Porfirio Díaz fue vencido varias ocasiones, sin embargo, en la batalla de Tecoac salió victorioso, gracias a la unión con las tropas comandadas por los generales Juan N. Méndez y Manuel González.
Los sublevados tomaron Oaxaca, organizando sus fuerzas para la resistencia y la propagación de la revolución en otros estados.
Días después se pronunciaron los generales Juan N. Méndez, Juan Crisóstomo Bonilla y Hermenegildo Carrillo en Puebla, así como el 89 de caballería, en donde casi se apoderan de la plaza; por su parte, en Yucatán, el coronel Teodosio Canto; en Tehuantepec, el coronel Benigno Cartas; el general Sóstenes Rocha, en Guanajuato; el coronel José María Couttolenc, en Tecamachalco; en Jalapa, el coronel García, quien tomó prisionero al gobernador de Veracruz y Aureliano Rivera; en San Luis Potosí y Tlaxcala, diversos caudillos; en Nuevo León, los generales Jerónimo Treviño y Francisco Naranjo.
Luego sostuvo la Batalla de Icamole contra las fuerzas del general Carlos Fuero, por lo que derrotado, el general Díaz se dirigió a Veracruz, en donde, disfrazado, logró entrar en el puerto y llegar a Oaxaca.
Pero mientras el general Díaz organizaba sus fuerzas en Oaxaca, y el gobierno declaraba en estado de sitio a muchos estados de la república, enviando al general Mariano Escobedo a Tamaulipas y Nuevo León, al general José Cevallos Cepeda a Jalisco y reforzando al general Ignacio Alatorre en Puebla y Veracruz, las elecciones presidenciales continuaron su curso, pues Lerdo, a instigación de sus partidarios, había aceptado la reelección, inclusive luego que el Plan de Tuxtepec pedía la no reelección como su primera exigencia.
Reformado el gabinete lerdista, el general Díaz avanzó con su ejército por el rumbo de Oriente, cuando estalló la Revolución Iglesista.