Según su panenteísmo, Dios acaba por reabsorber los «tres términos del mundo», o sea, la naturaleza, el espíritu y la humanidad, que unifica en un todo orgánico.
[2] Su historicismo culmina asimismo en un retorno del género humano a Dios, cual meta última de todo progreso; según él, se llega al Ser Supremo no a través del común proceso crítico e inductivo, que el filósofo denomina «analítico» y «subjetivo», sino por medio de otro superior, que llama «sintético» u «objetivo», que parte de Dios mismo y da lugar al mundo.
Sus ideas sobre Dios influyeron decisivamente en los krausistas españoles e hispanoamericanos,[3] así como en filósofos estadounidenses modernos como Charles Hartshorne.
Del «Uno» emana la Mente Divina (Nous, Νοῦς) y el Alma Cósmica (Psyche, Ψυχή).
Esta nueva mónada omnipresente abarcaba toda la creación y sus emanaciones originales increadas.
Dado que Dios está compuesto por una infinitud de atributos, de los cuales solo conocemos dos (pensamiento y extensión), la metafísica spinoziana no puede ser interpretada ni como un panteísmo materialista ni como un panteísmo idealista.
[11] Para Spinoza, nuestro universo (cosmos) es un modo bajo dos atributos de Pensamiento y Extensión.
Dios tiene infinitamente otros atributos que no están presentes en nuestro mundo.
[17] Entre los filósofos que abrazaron el panenteísmo se encuentran Thomas Hill Green (1839-1882), James Ward (1843-1925), Andrew Seth Pringle-Pattison (1856-1931) y Samuel Alexander (1859-1938).
[33] El Shaktismo, o Tantra, se considera un prototipo indio del panenteísmo.
Shiva es su aspecto masculino trascendente, que proporciona la base divina de todo el ser.