[2] El último país en mantenerla fue Chile, donde las normas de la Real Academia Española (RAE) se adoptaron en 1927.
[11] En la primera mitad del siglo XVII, Gonzalo Correas impulsó una reforma ortográfica con criterio fonético en vez de etimológico bajo el principio de que a cada fonema debía corresponder un grafema de modo biunívoco, idea que plasmó en sus obras Nueva i zierta ortografia kastellana (1624) y Ortografia kastellana nueva i perfeta (1630), donde señaló: «eskrivamos pura i linpiamente, komo se pronunzia, konforme á la di[c]ha rregla, ke se á de eskrivir, komo se pronunzia, i pronunziar, komo se eskrive» (ortografía original).
[5] Pese a reconocer el trabajo de la Real Academia Española al ordenar y simplificar la grafía de la lengua, Bello consideró que las limitaciones etimológicas que la Academia se había impuesto habían provocado efectos desastrosos en la enseñanza en ambas orillas del Atlántico y se pronunció «en favor del criterio fonético y [en contra d]el etimológico».
[n 1] Su objetivo era crear una correspondencia unívoca entre los fonemas y los grafemas y simplificar la ortografía decimonónica del español de América, caracterizada por algunas inconsistencias: Además de una redistribución del silabario en atención a la realidad del uso lingüístico,[1] Bello promovía una simplificación implementada en dos etapas:[7][14][15][n 2] Veinte años más tarde, durante su segundo exilio en Chile (1840-1851), Domingo Faustino Sarmiento formuló una propuesta similar a la de Bello.
[15] Posteriormente, estos cambios se extendieron a Argentina, Colombia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela.
Chile fue el último país en mantener esta ortografía, vigente allí por más de 83 años.