En bioquímica, grasa es un término genérico para designar varias clases de lípidos, aunque generalmente se refiere a los acilglicéridos, ésteres en los que uno, dos o tres ácidos grasos se unen a una molécula de glicerina, formando monoglicéridos, diglicéridos y triglicéridos respectivamente.
Las grasas pueden ser sólidas o líquidas a temperatura ambiente, dependiendo de su estructura y composición.
La palabra "lípidos" se emplea para referirse a ambos tipos, líquidos y sólidos.
Ejemplos de grasas comestibles son la manteca, la margarina, la mantequilla y la crema.
Son líquidas a temperatura ambiente y comúnmente se les conoce como aceites.
Son las más beneficiosas para el cuerpo humano por sus efectos sobre los lípidos plasmáticos[1][2] y algunas contienen ácidos grasos que son nutrientes esenciales, ya que el organismo no puede fabricarlos y el único modo de conseguirlos es mediante ingestión directa.
Mediante la hidrogenación total pasan de ser insaturadas a saturadas, perdiendo obviamente la isomería geométrica.
Si la hidrogenación es parcial, no todos los enlaces dobles se hidrogenan y puede ocurrir también que algún enlace doble con forma cis cambie la posición a la forma espacial de trans.
Son mucho más perjudiciales que las insaturadas presentes en la naturaleza (con forma cis), ya que son altamente aterogénicas y pueden contribuir a elevar los niveles de lipoproteínas LDL y los triglicéridos, haciendo descender peligrosamente los niveles de lipoproteínas HDL.
Posteriormente se trasladan a las células absorbentes enterocitos que recubren los intestinos.
Varios tejidos pueden captar los quilomicrones, liberando los triglicéridos para ser utilizados como fuente de energía.
Como el cerebro no puede utilizar los ácidos grasos como fuente de energía (a menos que se conviertan en una cetona),[7] el componente glicerol de los triglicéridos puede convertirse en glucosa, vía gluconeogénesis por conversión en dihidroxiacetona fosfato y luego en gliceraldehído 3-fosfato, para combustible cerebral cuando se descompone.
[31] Existen otras vías en las que intervienen la obesidad, los niveles de triglicéridos, la sensibilidad a la insulina, el función endotelial y la trombogenicidad, entre otras, que desempeñan un papel en la ECV, aunque parece que, en ausencia de un perfil lipídico sanguíneo adverso, los demás factores de riesgo conocidos sólo tienen un efecto aterogénico débil.