Compaginó sus quehaceres artísticos con su trabajo como maestra ejerciendo la docencia tanto en Madrid como en Zaragoza.
Un año más tarde se estableció una monarquía constitucional cuyo candidato fue Amadeo de Saboya[1] que abdicó a los dos años (1873); en febrero se proclamó la Primera República Española.
La ciudad de Valladolid vivió los sucesos políticos como el resto del país.
Marcelina fue testigo de todos estos acontecimientos; Cuando Miguel Íscar murió en 1880 ella tenía dieciséis años y dos años después se trasladó a vivir a Madrid.
Eran importantes para la vida cotidiana los cafés (los establecimientos donde se tomaba café) como el de Fornos o el café de Levante con sus tertulias, críticas literarias y artísticas y sus discusiones políticas.
[4] Por estos años empezó a desarrollarse por todo el país la prensa escrita; en Madrid apareció la prensa femenina escrita por y para mujeres, en especial mujeres burguesas.
Sus padres fueron Ángel Poncela y Sotera Ontoria López, ambos vecinos de este barrio.
[11] Los estudios de Magisterio suponían para las mujeres del último tercio del siglo XIX la mejor oportunidad para aquellas que tuvieran buena disposición y ganas de aprender y moverse en una sociedad intelectual acaparada prácticamente por los hombres.
Las aulas estaban separadas entre hombres y mujeres; las asignaturas eran comunes salvo el añadido de Labores para las alumnas.
Vivían en la calle del León número 12 en el histórico barrio de las Letras.
Esto le proporcionó cierta seguridad pues en cualquier momento podía echar mano del título para ganarse la vida.
[18] Nunca perdió el contacto con su ciudad natal no solamente a nivel afectivo sino como estudiante de las artes y más tarde profesionalmente.
Enrique contaba a su padre en una carta el encuentro con esta señora, su conversación sobre la infancia de ambas amigas y el obsequio que le hizo con toda la correspondencia que conservaba.
En compensación a estas ayudas la pintora debía donar dos obras cada año que fuera becada.
[20] En 1889 obtuvo una beca del Ayuntamiento de Valladolid que duró un año.
Por su parte Marcelina para poder vivir con sus propios medios contaba en principio con la herencia de su padre y también con su trabajo dando clases particulares de dibujo y pintura.
[27] Con una familia en marcha y un marido que no aportaba demasiado, Marcelina compaginó durante veinte años su gran afición a la pintura con la ayuda económica que le daban las clases particulares de dibujo y pintura.
Marcelina había manifestado siempre su deseo de ser enterrada en Madrid pero la realidad fue que recibió sepultura en Quinto.
Empleaba la técnica del albayalde y también utilizaba el lápiz conté que era muy popular en el siglo XIX .
Fue capaz de utilizar bien todas estas técnicas pero con lo que realmente se encontraba a gusto era con la pintura al óleo.
[29] Además de los bodegones, las flores, los paisajes, las escenas costumbristas, Marcelina se ocupó del retrato tanto a lápiz como al óleo.
Otras obras se rastrean en instituciones que en su día otorgaron una beca o un premio.