El llamado mercado del arte es un concepto económico y artístico que designa al conjunto de agentes individuales e instituciones que se dedican a la explotación comercial del arte y que, como mercado, fija precios a los productos artísticos u obras de arte.
El mecenazgo o patrocinio es otra forma de intervenir económicamente en la producción artística.
Con ello las clases pudientes romanas obtuvieron una nueva forma de adquirir objetos artísticos.
Las transacciones comerciales con las obras de arte llegaron a convertirse en la base de un oficio muy lucrativo en la Baja Edad Media, impulsando incluso preferencias por determinados tamaños o materiales (tablas, tapices, esculturas exentas y, especialmente, la técnica más manejable y exitosa: la pintura al óleo sobre lienzo, y la más propicia para la difusión: el grabado), puesto que el arte mobiliar es el que más propiamente puede ser objeto de traslados, incluso a grandes distancias.
Venecia, Florencia, Roma y otras ciudades italianas, especialmente las destacadas por disponer de una escuela de pintura característica, tuvieron mercados artísticos muy activos desde el siglo XV, y fuera de Italia se desarrollaron importantes núcleos, algunos comercialmente más dinámicos incluso, en las ciudades flamencas y en las del Rin.
En el siglo XVII, el centro comercial del arte pasó a ser Ámsterdam, pero en Amberes continuaron existiendo prestigiosos marchantes, como Jan Snellinck, con clientes distinguidos de toda Europa.