Eduardo Arroyo

Su actitud crítica ante las dictaduras, tanto las políticas como las artísticas, le empujó a iniciativas controvertidas.

Igualmente en 1963, Arroyo preparó una muestra en la galería Biosca de Madrid, que se inauguraría sin su presencia, ya que debió huir a Francia perseguido por la policía; la exposición se censuró y cerró a los pocos días.

En julio de 1964 participó en la muestra Mitologías diarias, fundadora del movimiento de la figuración narrativa al Museo de Arte Moderno de París con Bernard Rancillac, Hervé Télémaque, Peter Klasen, Antonio Recalcati, Jacques Monory, Leonardo Cremonini, Jan Voss y Öyvind Fahlström y el año siguiente en la muestra epónima La figuración narrativa en el arte contemporáneo, donde presentó con Gilles Aillaud y Recalcati el políptico Vivir y dejar morir o el fin trágico de Marcel Duchamp, hoy día conservado en el Museo Reina Sofía,[4]​ que constituye el manifiesto de este movimiento.

Su primera clientela más o menos estable fue italiana; gracias a sus ventas en Italia pudo subsistir en Francia.

Arroyo rechazaba la devoción incondicional por algunos vanguardistas (Marcel Duchamp, Joan Miró), que consideraba impuesta por modas.

Pero aunque le han etiquetado de reaccionario, es doblemente rebelde en realidad: desmitifica a los grandes maestros y defiende el papel del mercado como protector y termómetro del arte, frente a la red de museos e influencias sufragada con el dinero público.

Ese mismo año, el Pompidou de París le dedica una retrospectiva.

[5]​ En León hay varias esculturas urbanas suyas, polémicas, como una enorme mosca pegada al muro de la iglesia anexa al IES Legio VII o un unicornio colgante de grúa, en la histórica Plaza Puerta del Castillo, inaugurada en 2011 y que costó 800.000 euros.

Eduardo Arroyo cuenta actualmente con presencia en muchos importantes centros de arte mundiales.