Además, ha sido considerada la precursora del trabajo social en España.
En ese mismo año, se trasladó con su madre, y sus dos hermanas, Luisa y Antonia, a Armaño (Liébana, Cantabria), a casa de su abuela paterna, Jesusa de la Cuesta, donde recibió una férrea formación religiosa.
En 1848 se casó con el abogado y escritor Fernando García Carrasco, que murió nueve años después, en 1857, de tuberculosis.
A partir de entonces inició una intensa actividad llevada por su preocupación social y humanitaria.
En 1872 fundó la Constructora Benéfica, una sociedad dedicada a la construcción de casas baratas para obreros.
A ella se le atribuyen otras frases célebres, como la de «Odia el delito y compadece al delincuente», aunque en origen no es suya https://theconversation.com/la-maxima-odia-el-delito-y-compadece-al-delincuente-no-es-de-concepcion-arenal-214341.
Su primera obra sobre los derechos de la mujer es La mujer del porvenir (1869), en la que critica las teorías que defendían la inferioridad de las mujeres basada en razones biológicas.
Su posición es la de defender el acceso de las mujeres a todos los niveles educativos aunque no en todos los oficios ya que considera que no están capacitadas para ejercer la autoridad.
Consideraba que la enseñanza secundaria es mejor proporcionársela en casa dado el ambiente poco recomendable que reinaba en los institutos, y la superior podía seguirse por libre o asistir a clases siempre que los estudiantes aprendieran a guardar el debido respeto a sus compañeras.
Resaltó también el contraste entre mujeres agostadas en una apatía enervante y otras consumidas por un trabajo ímprobo; adujo que no es posible mantener el irracional choque entre el «mundo moderno» y la «mujer antigua», y que el único medio de regeneración social válido es «educar a la mujer, artística, científica e industrialmente»; y ello porque no puede haber orden económico ni equilibrio mientras la mitad del género humano tenga que depender de una herencia, el sustento proporcionado por la familia, la limosna o arriesgarse al hambre o al extravío.
[16] En su trabajo Estado actual de la mujer en España, publicado por primera vez en España en 1895,[n. 1] analiza la situación de las españolas en el terreno laboral, religioso, educativo, de opinión pública y moral; en todos los casos es desfavorable por culpa del egoísmo masculino: «Puede decirse que el hombre, cuando no ama a la mujer y la protege, la oprime.
La opinión es la verdadera causante de todas estas injusticias, porque hace la ley, o porque la infringe».
Concepción Arenal, una pensadora del catolicismo social, como muestra en La Voz de la caridad, y como tal la reivindica el jesuita J. Alarcón en la revista Razón y Fe, 1900-1902, al ser el ideal de un feminismo aceptable, por ser «genuinamente español e íntegramente católico».