En él se recogen una serie de enseñanzas y parábolas contadas por Jesús Cristo cuando "se había reunido una multitud innumerable de gente", pero dirigidas "en primer lugar" a sus discípulos.[1][2] El libro que contiene este capítulo es anónimo, pero la tradición cristiana primitiva afirmó uniformemente que Lucas el Evangelista compuso este Evangelio así como los Hechos de los Apóstoles.A la par de este tema, se encuentran otros elementos muy valorados por San Lucas, como la auténtica pobreza y la humildad.[4] Henry Alford sugiere que este discurso consiste "en su mayor parte en dichos repetidos de otras ocasiones".[5].Nicoll sugiere que ésta es "la multitud más numerosa que se menciona en los Evangelios"[4] pero Jesús habla "en primer lugar" a sus discípulos,[1] sólo se dirige a la multitud en los Versículos 14-21, en respuesta a una pregunta de alguien de la multitud, y de nuevo en los Versículos 54-59.La Biblia de Jerusalén señala que una lectura alternativa conectaría la palabra "primero" con la afirmación que le sigue: Ante todo, ponte en guardia... (en griego πρωτον προσεχετε εαυτοις, proton prosechete eautois).[20] La parábola ha sido representada por artistas como Rembrandt (ilustrado), Jan Luyken, James Tissot y David Teniers el Joven.Dentro del mismo contexto doctrinal del discurso anterior, que exhorta a valorar las cosas terrenales con la mirada puesta en el Cielo, Jesús advierte ahora sobre el peligro de centrar la vida en la búsqueda de riquezas.Sin embargo, Jesús ofrece una perspectiva más profunda, señalando que esta vida, aunque valiosa, es transitoria y debe vivirse con una visión orientada hacia lo eterno, siendo ricos ante Dios.La vigilancia se manifiesta concretamente en el espíritu de oración y en la fortaleza en la fe.Jesús invita a la vigilancia mediante dos imágenes: la cintura ceñida y la lámpara encendida.Jesús utiliza esta imagen junto con la del Bautismo para expresar su ferviente deseo de entregar su vida por amor a los hombres.Los milagros, su vida y su doctrina deberían haber sido suficientes para reconocerlo como el Mesías.Sin embargo, la gente de su época no supo comprender estos signos y malinterpretaron a Jesús.