Argumentaron para ello que si la salvación o la condenación del hombre depende de la predestinación divina que ya decidió el destino ultraterrenal, entonces nada del comportamiento de los hombres servirá y valdrá el comportamiento de éstos para modificar lo que ya está fijado; tanto es pecar gravemente ("pecca fortier"), como decía Martín Lutero, porque solo quien cae en el fondo del abismo del pecado puede hacer renacer su fe para remontarse a la Salvación.
Estaba muy generalizado en Francia entre nobles y burgueses motivados no tanto por un anticlericalismo como por la indiferencia general ante los preceptos de la Iglesia católica.
Se difunde en Francia durante este período los textos de intelectuales y literatos libertinos que dicen no creer tanto en la filosofía o la ciencia como en el sentido común que hace apreciar las alegrías de la vida.
Los libertinos fueron fundamentalmente filósofos, escritores, jueces y políticos que actuaban en secreto o en los pequeños círculos aristocráticos, que con publicaciones anónimas y clandestinas trataron de influir en el poder político, manteniéndose ocultos a la opinión pública.
Frente al omnipresente racionalismo de la Ilustración consideró que es bueno refugiarse a la "religión del corazón".
Esto no fue suficiente para convencer a sus contemporáneos, que le acusaron siempre de escéptico anti-cristiano, aunque él siempre afirmó que incluso un ateo puede tener una profunda moral, citando en primer lugar a Baruch Spinoza.
El abad Pierre Gassendi (1592-1655, francés) fue considerado siempre durante toda su vida como un buen sacerdote, respetuoso con la ortodoxia católica y escrupuloso con su función espiritual, tanto que fue incluso muy apreciado por la Compañía de Jesús.
Suponía una impugnación directa a la metafísica en cuanto que ésta pretende aprovechar verdades absolutas donde el conocimiento del hombre es inevitablemente relativo.
Las tesis más extremas del libertinismo se encuentran recogidas en la obra Theofrastus redivivus, publicada anónimamente en torno a 1660.
Su propio antiaristotelismo estaba dirigida no tanto a la filosofía aristotélica como en poner en cuestión la concepción de la ciencia que aún prevalecía en el siglo XVII.
El libertinismo supuso, por una parte, el final de la filosofía escolástica y, por otra, la difusión de la indiferencia religiosa o indiferentismo hacia la jerarquía eclesiástica, con frecuencia satirizada por literatos y dramaturgos como Molière.
El legado del libertinismo hoy, más que aprovecharse de polémicos librepensadores, es recuperada cada vez que la Iglesia católica se inmiscuye en los aspectos seculares del hombre y en las instituciones sociales haciendo resurgir oleadas de movimientos anticlericales.