Molinos debió pertenecer asimismo a la Cofradía Escuela de Cristo, que fomentaba la reflexión espiritual.
Se estableció finalmente en la iglesia agustina de San Alfonso de Roma, donde obtuvo una fama extraordinaria como predicador y director espiritual y consiguió con ello gran valimiento entre personalidades destacadas, que fueron sus fieles adeptos.
Incluso tuvo intercambio epistolar con la reina Cristina de Suecia y desarrolló una amistad con el papa Inocencio XI.
Esto produce un vacío espiritual, una nada, como el camino más corto para llegar a Dios.
Estas doctrinas son curiosamente muy cercanas al budismo y a su búsqueda del nirvana, lo que no escapó a Pierre Bayle (considerado un antecedente de la Ilustración), en su Dictionnaire Historique et Critique (1697), donde realiza una descalificación del pensamiento oriental sobre la base de homologarlo al quietismo.
Las críticas venían especialmente por parte de los jesuitas Gotardo Bell’Uomo y Paolo Segneri.
La Guía espiritual fue denunciada por el cardenal D'Estrées (embajador en Roma del rey de Francia Luis XIV), que anteriormente había sido su amigo.
Si bien la Guía espiritual y su quietismo no tuvieron repercusiones en España, sí tuvo bastante interés en el extranjero: fue traducida al latín, francés, holandés, italiano, alemán e inglés; en quince años corrieron veinte ediciones en diversas lenguas.
En Francia además también produjo una polémica; difundieron el quietismo el padre François Lacombe, madame Jeanne Guyon y el mismo Fénelon, que apoyó las doctrinas de este sobre el amor divino; intervino al fin Bossuet, quien logró erradicar sus doctrinas.