[11] Otros autores venezolanos que surgieron durante la segunda mitad del siglo XX y que escribieron desde la diversidad sexual, incluye a figuras como José Balza, Francisco Rivera, Marco Antonio Ettedgui y Boris Izaguirre.
[12] En 1991, Di Donato publicó el libro de cuentos Noche con nieve y amantes, considerada la primera obra abiertamente lésbica escrita por una venezolana.
[13] Torres, por su lado, publicó en 2001 La favorita del señor, novela notoria en la narrativa erótica.
[14] Aunque la llegada del siglo XXI trajo consigo la publicación de obras con personajes LGBT más complejos retratados en sociedades con menos prejuicios,[15] continuaron siendo común las representaciones negativas de la homosexualidad, particularmente en el relato corto.
[16] Otros autores, como Gisela Kozak, comenzaron a subvertir de forma mucho más directa las concepciones heteronormativas de la sociedad, en obras como Todas las lunas (2011), novela que muestra una sociedad utópica en que los personajes pueden explorar su sexualidad sin miedo a ningún prejuicio.
[17] Otros autores contemporáneos que han abordado de forma reiterada la diversidad sexual, incluyen, por ejemplo, a Manuel Gerardo Sánchez.
Marcelo, novela escrita por Romero en 1890, presenta a un mesero homosexual que atiende entre ademanes amanerados al protagonista, en una escena que otorga al personaje un carácter ridículo y donde es descrito como «fámulo de voz mujeril y voluptuoso sandungueo».
[21] En 1924, Teresa de la Parra publicó la novela Ifigenia, que catedráticos han señalado por su posible contenido homoerótico.
Esta posible lectura se ve respaldada con la reacción de María Eugenia a la carta en que Cristina le anuncia su matrimonio, que la protagonista toma como una traición y el fin de la intimidad entre ambas.
[22] La intensidad de esta reacción puede percibirse en el siguiente fragmento:[24] El escritor maracaibero Andrés Mariño Palacio fue otro de los autores que incluyó personajes homosexuales durante la primera mitad del siglo, como por ejemplo en la novela Los alegres desahuciados (1948).
En esta ciudad, Miguel pasa por la prostitución, una relación con un hombre llamado Frank y un desencanto general que posteriormente lo llevan a regresar a su tierra de origen, donde se enamora de una enigmática mujer llamada Gloria.
Marcado por el desarraigo, Miguel busca constantemente emanciparse para hallarse a sí mismo.
En el cuento, Arturo le confiesa su deseo a un muchacho homosexual llamado Luis al revelarle que: «Desde mi apartamento, angustiado, siempre te observo... Me masturbo y sufro».
Posteriormente, a Luis le empieza a crecer una protuberancia en el cuello que pronto descubren se trata de un feto, que nace deforme y podrido, como símbolo del producto de la pasión homosexual.
[31] Una exploración mucho más amplia tiene en Escrito y sellado (1993), obra teatral del mismo Chocrón que trata sobre el reencuentro de dos amigos homosexuales varios años después de haberse separado.
[43] Una visión más ambigua de la diversidad sexual, en cambio, apareció en autores como Rodrigo Blanco Calderón y Ángel Gustavo Infante.
[44] «Una mujer por siempre jamás» (2014), de Infante, es similar por el despertar del deseo homoerótico en un hombre heterosexual.
[17] La situación política producto de la revolución bolivariana también ha tenido un efecto en la literatura LGBT venezolana reciente.