Los numerosos dispositivos literarios y creativos utilizados dentro de la ficción son generalmente considerados inapropiados para su uso.
La sencillez, la claridad y la franqueza son algunas de las consideraciones más importantes cuando se producen no ficción.
Los textos académicos son trabajos del ámbito estudiantil que hacen referencia a escritos propios.
Los textos didácticos son aquellos dedicados a la enseñanza y la divulgación de ideas e informaciones.
[3] Mientras este género se fue desarrollando de manera creciente, una corriente más realista fue tomando poder en el mundo del cine.
Así es, el retrato de la realidad en pantallas ha sido un atractivo que ha ido aumentando.
Desde la llegada del invento de los Lumière a España hasta la Guerra Civil, se vivió un periodo complejo y variado para el documental.
En esa misma línea antiburguesa, en 1931 los responsables de la República impulsaron la difusión cultural entre las clases más humildes a través de las itinerantes Misiones Pedagógicas, que llevaron proyectores cinematográficos en sus expediciones rurales.
[6] La muerte de Franco dio paso a un nuevo capítulo en la historia del cine español y, en ese momento, se produjo el despegue del documental al mismo compás de la industria cinematográfica.
Como un reflejo de la realidad emergente, el género audiovisual se renovó aunque, paradójicamente, el antiguo control franquista se vio suplantado, también desde las esferas gubernamentales, por otro que trataba de garantizar la supervivencia del cine español frente a la producción extranjera.
La propia película es un ejercicio artístico que trata de captar otro: el realizado por el pintor en su lucha contra los elementos para representar de manera veraz lo que ve y siente ante ese membrillero.
Ante un motivo aparentemente intrascendente, un árbol, el pintor, con su mirada, se propuso captar la realidad.
Durante los días que lo pinta y dibuja, López "acompaña al árbol", estando no sólo frente a él, sino junto a él, mientras su transformación no cesa.
[9] La editorial Alianza fue fundada en 1966 por varios intelectuales, entre los que destaca José Ortega Spottorno, hijo del filósofo José Ortega y Gasset, y tenían como objetivo promover el debate y difundir el conocimiento entendido como una de las herramientas de cambio más poderosas para la sociedad española del momento.
[10] Pese a la censura vigente durante la dictadura franquista, Alianza colaboró con editoriales latinoamericanas como Losada y Emecé que les permitieron publicar a autores controvertidos como Jean-Paul Sartre o Marguerite Duras.