Jueces 10

[1]​ Según la tradición judía, el libro fue atribuido al profeta Samuel,[2]​[3]​ pero los eruditos modernos lo consideran parte de la Tradición deuteronómica, que abarca los libros de Deuteronomio a 2 Reyes, atribuidos a escritores nacionalistas y devotos yahvistas durante la época del rey reformador de Judea Josías en el siglo VII a. C.[3]​[4]​.[7]​ Los manuscritos antiguos existentes de una traducción al griego koiné conocida como Septuaginta (originalmente se hizo en los últimos siglos a. C.) incluyen el Codex Vaticanus (B;[23]​ En esta frase el texto hebreo juega con las consonantes de tres palabras: ayir (asno), ir (ciudad) y Yaír (nombre propio).El hagiógrafo da muy pocos detalles de los llamados jueces menores, Tolá y Jaír, pero los suficientes para indicar que nunca faltaron personajes escogidos por Dios para liberar a Israel.Haz con nosotros lo que te parezca mejor, pero, por favor, protégenos ahora» (10,15), Dios vuelve a compadecerse de ellos.El relato subraya el endurecimiento del pecado humano frente a la paciencia divina, así como la constante disposición de Dios a perdonar cuando el arrepentimiento es genuino tal y como comenta Juan Pablo II:Algunos puntos clave del texto son: La narración conecta el sufrimiento de Israel con su infidelidad a Dios, quien, tras escuchar su arrepentimiento, actúa para salvarlos.Esta elección refleja un tema central en las Escrituras: Dios escoge a personas inesperadas para cumplir su voluntad.Este voto culmina en una tragedia personal cuando su hija se convierte en el objeto del sacrificio.El relato se sitúa en un marco mayor que busca completar un número simbólico de doce jueces.
Comienzo de Jueces en el Códice de Alepo , un Manuscrito hebreo del siglo X d. C.