Fue difundido por un grupo de hebreos conocido como masoretas entre los siglos VI y X.
Contiene variantes, algunas significativas, respecto de la versión griega llamada Septuaginta o a la Hexapla (usada en la Vulgata como base por San Jerónimo).
La palabra hebrea mesorah (מסורה) se refiere a la transmisión de una tradición.
La inmutabilidad del texto era una característica propia, que lo “encadenaba” o lo “ligaba” al contexto.
La final comprende todas las rúbricas más largas para las que los espacios no podrían encontrarse en el margen y están puestas en orden alfabético en la forma de una concordancia.
A partir de este uso se desarrolló con el tiempo la masorah numérica, que cuenta y reagrupa los elementos del texto.
La relación estrecha que existía (desde los Soferim hasta los Amoraim) entre el maestro de la tradición y el masoreta -que muchas veces eran la misma persona- explica la masorah exegética.
Como no se podía ni pensar en modificar el texto original del Tanaj, los primeros masoretas adoptaron algunos subterfugios: marcaban las divisiones con espacios, y hacían referencia a enseñanzas halaquicas o hagádicas, con modificaciones de las formas de las letras, puntos y otros signos.
Las glosas estaban permitidas solo en las copias privadas y se pueden atestiguar desde el rabí Meir (años 100 a 150).
La explicación de este fenómeno está dada en la expresión las Escrituras han usado un lenguaje eufemístico, por ejemplo para evitar los términos antropomorfismo y antropopatismo.
El término tikkun Soferim ha sido interpretado por diversos estudiosos de muchas maneras.
Jc 18, 30) se debe a una corrección del original por respeto en relación con Moisés.
Las primeras dos explicaciones resultan inaceptables porque las lecturas tan defectuosas se podrían reconducir a Qeri y Ketiv, cosa que, en caso de duda, la mayoría de los manuscritos podría decidir.