Juan Plazaola
Su padre Juan José Plazaola Ugalde, nació en Legazpia (Guipúzcoa) y era trabajador de la construcción.Su madre María Juana Artola Jáuregui, nació en un caserío de Astigarraga, población muy cercana a San Sebastián.Termina su formación en Gandía (Valencia) donde realiza la Tercera Probación (momento en el que se profesan los últimos votos).En 1953 se traslada a París y en 1956 obtiene el doctorado en Letras en la Universidad de la Sorbona con la tesis "Le baron Taylor et les débuts du théâtre romantique".[9] En este mismo año, Plazaola, escribe su obra más conocida: «El arte sacro actual: estudio, panorama, documentos».Plazaola ha trabajado en áreas muy determinadas, pudiendo dividir sus obras en dos grupos temáticos: historia del arte sacro y estudios sobre estética.Ambas ediciones tratan en primer lugar temas relacionados con la teoría del arte (el artista, el arte sacro, la historia del templo cristiano, etc.) para ir descendiendo a temas más técnicos (luz, acústica, sonido, etc.) Plazaola defiende en este libro que para edificar una nueva iglesia no se puede ser ajeno a la historia del templo cristiano, su simbolismo y su sentido.En primer lugar encontramos Historia del arte cristiano,[24] que presenta el libro anterior en forma de manual.En este breve libro Plazaola hace unas reflexiones sobre el patrimonio histórico-artístico de la Iglesia.Este libro trata de la relación, a veces conflictiva, entre el artista y la Iglesia.Es una obra que se enmarca dentro de sus obras más divulgativas y tiene un carácter claramente pedagógico.En el que se desarrolla los principios del arte en general para descender después al lenguaje de la pintura, la escultura y la arquitectura en particular.Como sucede con los grandes conceptos antropológicos, también el arte se resiste a ser encerrado en una definición simple, sobre todo como hace Plazaola al afirmar: «de él se han dado tantas definiciones que hemos perdido la esperanza de llegar a un concepto generalizado.Hay dos puntos de inflexión en su historia, que además, están relacionados: en primer lugar, la Ilustración y, en segundo lugar, el Modernismo, como antesala del arte moderno y que dio lugar a la pérdida progresiva del sentido trascendente de la obra artística y de su valor mistérico con repercusiones en el arte cristiano.En efecto, para Plazaola, el arte tiene un carácter mistérico y una referencia necesaria a Dios.[30] La experiencia religiosa aporta al arte la capacidad de abrir puertas inaccesibles sin la fe.A finales del siglo XIX acaece un cambio y la Forma se erigió como principal agente, hecho que supuso que el contenido perdiera su valor, hasta el punto de casi desaparecer, y en muchos casos llegando a la abstracción o no-figuración.Al apartar a Dios, se produce necesariamente una pérdida de las coordenadas propias del arte y como consecuencia, éste deviene en un arte efímero en cuanto que responde a una situación o estado de ánimo pasajero que solo el propio artista entiende.El elemento espacial y material no tiene ningún valor sino por referencia a esas personas reunidas para realizar una función sagrada.Es decir, esta asamblea, no se reúne por voluntad propia, sino que, han sido llamados.La arquitectura cristiana moderna, dice Plazaola, está condicionada por tres factores principales: la técnica, la liturgia y la pastoral.Lo mismo el que se refugia en fórmulas pretéritas, entonando ditirambos a la gloriosa arquitectura gótica o barroca, como el que, aceptando materiales y técnicas modernos, queda, con absoluta falta de lógica, inmovilizado en formas antiguas, están de antemano condenados al fracaso».[40] Los arquitectos de iglesias deben procurar llevar a la perfección una idea y no tanto asombrar.El edificio, por otra parte, debe acompañar —envolver— y no distorsionar los misterios que en su interior se realizan.Así pues, la libertad del artista debe respetarse porque es el verdadero conocedor de las leyes que rigen su especialidad.Esta idea la explica de la siguiente forma: «Al artista hay que pedirle una obra sincera, reflexiva, concienzuda, noble.Por otro lado, la legislación católica sobre el arte sacro no es arbitraria, más bien «es expresión de la libertad que nace del misterio litúrgico (…); sería absurdo y ridículo el retratista que quisiera hacer un retrato sin conocer su modelo».Plazaola se pregunta si el arquitecto contemporáneo puede realmente crear formas nuevas en sintonía con la arquitectura sagrada.Hay verdaderamente una acción creativa personal—más o menos evidente—del autor en su obra al margen de las corrientes imperantes del momento.[49] Pero por tradición no se entiende repetir formas pasadas sino ser fiel a los principios que regulan el arte sacro sabiendo que «las preposiciones litúrgicas son suficientemente espirituales para dejar libre a la fantasía creadora del arquitecto».