El objetivo es eliminar o introducir nuevas características en un ser vivo para aumentar su utilidad.
La ingeniería genética tiene aplicaciones muy diversas en campos como la medicina, la biotecnología, la agricultura industrial y la investigación científica.
La clonación genética es una técnica muy utilizada en microbiología para identificar y copiar un gen concreto en un organismo simple empleado como receptor, una bacteria por ejemplo.
Sus extremos cohesivos se aparearán dando lugar a un nuevo ADN recombinado, con uniones no covalentes.
Como estas colas son complementarias, permitirán que los dos ADN se unan por complementariedad.
La posibilidad de curar las enfermedades genéticas con un tratamiento específico justifica los esfuerzos que se están realizando en este sentido.
En otro orden de cosas, la ingeniería genética puede plantear graves problemas éticos.
Al inicio de los experimentos del ADN recombinante, varios investigadores mostraron su preocupación por los riesgos que se pueden realizar con dichas técnicas.
Se han producido carpas transgénicas que crecen mucho más rápido, debido a la incorporación del gen de la hormona del crecimiento de la trucha, y salmones transgénicos, que resisten mejor las bajas temperaturas.
Mediante ingeniería genética se han conseguido plantas resistentes a enfermedades producidas por virus, bacterias o insectos.
[11] Estas plantas son capaces de producir antibióticos, toxinas y otras sustancias que atacan a los microorganismos.
En la actualidad, gracias a la tecnología del ADN recombinante, se clonan los genes de ciertas proteínas humanas en microorganismos adecuados para su fabricación comercial.
Muchas vacunas, como la de la hepatitis B,[14] se obtienen actualmente por ingeniería genética.
Otro ensayo existente ha sido en la Salmonella, donde se le han quitado ciertos genes que aunque no son virulentos, convierten a la cepa en atenuada una vez desaparecidos, es decir que disminuyen su virulencia 1, 000, 000 de veces.
Su efectividad ha logrado demostrarse en ovejas, bovinos, pollos y hasta en humanos recientemente Vacunas de organismos recombinantes vivos: Para estas se utilizan microorganismos no patógenos a los cuales se incorporan genes de agentes patógenos que codifican para los antígenos que desencadenan la respuesta inmune.
Dichos genes se pueden clonar y expresar en un huésped alternativo tales como bacterias, levaduras o líneas celulares de mamíferos.
La vacuna contra la hepatitis B fue la primera puesta en el mercado y siendo producida por este método.
Al inyectar el plásmido en el músculo o la piel, éste penetra dentro de la célula y llega al núcleo, comandando entonces la producción de los antígenos del patógeno que desencadenarán la respuesta inmune.
Así, se traslada la fábrica de la vacuna a los tejidos del huésped.
Este proceso abre las puertas para luchar contra enfermedades como el cáncer y diagnosticarlo incluso antes de que aparezcan los primeros síntomas.