La guerra civil romana entre los años 411 y 413 fue un conflicto bélico que enfrentó al gobierno del Imperio romano de Occidente frente al usurpador Jovino y a este, a su vez, con los visigodos.[3] Los primeros parece que lo respaldaron con la idea de que se trataba de un emperador legítimo y no un usurpador mientras que los segundos lo hicieron a cambio del derecho de asentarse en el lado romano del río y crear allí su propia entidad política sin sujeción al control imperial.Con sus aliados bárbaros se trasladó hacia el sur sin resistencia y estableció su capital en Valentia (Valence) ya que las otras dos ciudades importantes en el valle del Ródano —Arlés y Vienne— habían quedado muy dañadas durante la anterior guerra civil protagonizada por Constantino de Britania.[4] Dentro de Italia, con todo, Jovino pudo encontrar un aliado: el godo Saro quien, junto a sus seguidores, había abandonado su alianza con el Imperio y permanecía neutral en la guerra que lo enfrentaba contra los visigodos.El ejército imperial había podido realizar su campaña para acabar con Constantino gracias a que los visigodos se encontraban en el sur de Italia y no podían amenazar al gobierno de Rávena.Los visigodos, sin embargo, no se dirigieron hacia Rávena sino que se instalaron al oeste del valle del Po, junto a los pasos alpinos que conducían a la Galia interponiéndose, de esta manera, entre ambos bandos e impidiendo, con ello, un ataque de Honorio contra el usurpador.[6] Asesorado por Prisco Átalo, el líder visigodo se puso en contacto con Jovino para anunciarle su respaldo militar.Jovino se encerró en Valence con los pocos soldados que le quedaban y fue sitiado por los visigodos.El enfrentamiento tuvo, con todo, una parte positiva para el Imperio ya que los visigodos abandonaron la península italiana y esto permitió una mejora de la situación estratégica del maltrecho ejército romano dirigido por Flavio Constancio quien aprovechó la situación para pasar a la ofensiva contra ellos.