Además, Francia estaba en guerra con casi toda Europa, lo que hacía imposible pensar en un matrimonio con alguna princesa extranjera.
Pero tanto Monsieur como la Princesa Palatina consideraron que esa unión no era factible.
El joven duque, confuso, apenas supo qué responderle, limitándose a un balbuceante agradecimiento.
Sin embargo, el regente sólo reconoció a cuatro: En 1692, Chartres empezó la carrera militar en los Países Bajos, en las filas de Luis XIV.
Enseguida demostró ser un buen oficial, querido por sus soldados, y tomando parte en todas las campañas.
En la corte, las comparaciones con el Gran Condé, eran constantes, lo que le acarreó los celos de los príncipes reales.
Deseando acabar con esta situación, Luis XIV llamó al orden a todos los príncipes en 1697.
El duque de Chartres, lo tomó como una afrenta personal: no se le había concedido gobierno alguno y, a diferencia con los bastardos, se le había privado de todo mandato.
Su ambición, mal dirigida, así como su afición a la química hizo suponer que había estado implicado en las muertes del delfín y de su familia.
Falleció a los 23 años con la salud arruinada por un parto clandestino muy laborioso en su palacio del Luxemburgo.