Faraón

Para los antiguos egipcios, el primer faraón fue Narmer, denominado Menes por Manetón, quien gobernó hacia el año 3150 a. C. La última faraona fue Cleopatra, de ascendencia helénica, que reinó del año 51 al 30 a. C. El título de «faraón», con su término en lenguas egipcias antiguas pr-ꜥꜣ (paɾuwˈʕaʀ), ‘casa grande’, solo debería utilizarse en puridad, cuando Egipto llegó a ser un imperio, que se produjo a partir del Imperio Nuevo, más específicamente, a mediados de la Dinastía XVIII, posterior al reinado de Hatshepsut.

[4]​ Los faraones fueron considerados seres casi divinos durante las primeras dinastías y eran identificados con el dios Horus.

Comúnmente no fueron deificados en vida, era tras su muerte cuando el faraón se unía con la deidad Osiris, que adquiría la inmortalidad y una categoría divina, siendo entonces venerado como un dios más en los templos.

Está compuesta por dos jeroglíficos policonsonánticos pr ‘casa’ y ꜥꜣ ‘columna’,que aquí significa ‘grande’ o ‘alto’.

A partir de la Dinastía XII, la palabra aparece como expresión de deseo «Gran casa, que viva, prospere y esté en salud», pero nuevamente solo con referencia al palacio real y no a la persona.

[7]​ Durante la dinastía XVIII (siglos XVI al XIV a. C.), el título de faraón se empleó como designación reverencial del gobernante.

Esta nueva práctica se continuó bajo su sucesor, Psusenes II y los reyes de la dinastía XXII.

[14]​ Otros epítetos notables son nswt, traducido a ‘rey’; jty para ‘monarca’ o ‘soberano’; nb para ‘señor’; y qꜣ para ‘gobernante’.

Desde Menes, 3100 a. C., hasta el año 2600 a. C., la monarquía pasó por momentos de debilidad y seguía siendo cuestionada por la nobleza local.

Tanto es así que se sabe de, al menos, un monarca asesinado, Amenemhat I, por unos ambiciosos nobles.

La dinastía XXVI trató de recuperar el esplendor del Imperio Antiguo, pero la inmediata conquista persa desbarataría todo.

El último rey nativo, Nectanebo II había gobernado trescientos años antes, y los faraones ptolemaicos, de origen extranjero, se aislaron en Alejandría y, aunque respetaron las tradiciones ancestrales del pueblo, no tardaron en convertirlos en semi-esclavos.

Otras ocuparon un determinante papel político o religioso, y no se podrían entender muchas cosas de la historia egipcia sin tener en cuenta el poder que ocuparon estas damas a la sombra de sus esposos.

Aunque los antiguos egipcios eran normalmente monógamos, como otro símbolo de su poder y estatus el soberano tenía numerosas mujeres.

En las primeras dinastías existirían numerosas esposas secundarias y concubinas, y ya a partir del Imperio Nuevo, los monarcas se encargarían de poseer enormes harenes en los que todo tipo de mujeres, incluidas las princesas extranjeras, pasaban a residir.

Máscara del faraón Tutankamón , en la que el rey-niño aparece tocado con el Nemes .
Ilustración de un faraón portando la Doble Corona.
El Cetro Nejej (flagelo), el Cetro Heka y el Nemes .
Escultura de la reina Hatshepsut , una de las pocas mujeres que acabarían gobernando como faraón en solitario.