Los partidos comunistas de Austria, Grecia o Portugal también mostraban distintas tendencias eurocomunistas, pero fueron siempre minoritarias.
El eurocomunismo, en definitiva, considera que es extremadamente difícil realizar una revolución socialista en los países capitalistas.
Dicha táctica conduciría en un futuro, según los eurocomunistas, a ampliar su base social, con lo que sería posible llegar al gobierno en elecciones pluripartidistas.
Es decir, así como existen partidos comunistas que se presentan a elecciones dentro del sistema capitalista, pretenderían construir un sistema socialista donde los partidos no socialistas también se pudieran presentar a las elecciones.
Otros críticos apuntan a las dificultades de los partidos eurocomunistas para desarrollar una estrategia clara y reconocible.
Estos críticos observan que los eurocomunistas siempre habían reclamado ser diferentes, no solo del comunismo soviético, sino también de la socialdemocracia europea, pero nunca desarrollaron un programa original y creíble.
En 1981, en el V Congreso del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) se discute la aprobación del eurocomunismo por parte de este, finalmente salen vencedores los partidarios del no encabezados por Pere Ardiaca, Josep Serradell, Joan Ramos y Quim Boix entre otros, siendo expulsados posteriormente para crear el Partit dels Comunistes de Catalunya (PCC), partido fiel al marxismo-leninismo.