Escorial sufrió prácticamente las mismas crisis que Falange en el seno del franquismo, hasta su desaparición en 1950, después de un periodo de silencio entre 1947 y 1949, en unos años en que Escorial no solo no servía ya a los fines propagandísticos del Estado franquista, sino que a éste le resultaba un lastre en su reivindicación ante los aliados vencedores en la II Guerra Mundial.
Junto a ellos aparecen nombres de la cultura franquista de posguerra y asimilados de una u otra forma al falangismo: José Luis López Aranguren, Juan José López Ibor, Carlos Alonso del Real, Gerardo Diego, Antonio Marichalar, Antonio Tovar, etc.
Los trabajos más recientes sobre la revista (Eduardo Iáñez) coinciden en que Escorial fue fundamentalmente un proyecto de alta propaganda para servir al Nuevo Estado y es por tanto muy discutible el intento posterior por presentar a las élites intelectuales falangistas que la dirigieron como precursores de la transición democrática.
No obstante, aunque Escorial no fuese en realidad ese pretendido lugar de «encuentro» de los vencedores con los restos del liberalismo, hay que reconocer que fue durante diez años la más ambiciosa y completa de las revistas culturales del franquismo, y posiblemente la más abierta a influencias extranjeras, por más que éstas estuviesen originalmente mediatizadas por Alemania y, en mayor medida, por Italia.
En este sentido, Escorial quiso restablecer de alguna forma la comunidad intelectual española rota por la guerra.