En la actualidad, sirve como pequeña central hidroeléctrica y como conjunto histórico en torno al cual se articula un parque conocido por la Fuente de los Incrédulos.
Sobre estas se sitúa la llamada almenara de San Carlos, siguiendo el esquema típico en la arquitectura del canal.
Todavía se conservan los cárcavos del antiguo molino,[8] que llegó a tener en funcionamiento seis muelas.
En las cercanías del molino se encontraban dos bloques más de planta rectangular y semejante apariencia.
Uno, situado al oeste, era usado para batanes y hoy en día es oficina de ACESA (Confederación hidrográfica del Ebro).
Un puente del Camino Real, cruzaba en las cercanías en su marcha desde Valencia[nota 1] hacia la ciudad.
En tiempos existió también una pequeña capilla en la zona, bajo la advocación de la Virgen del Pilar.
[10] La conexión del mar Cantábrico con el Mediterráneo fue un sueño estratégico aragonés en los tiempos ilustrados.
La apertura de los siguientes tramos zaragozanos del canal, complicados por las dificultades que presentaba el suelo, se postergó dos años más y no fue hasta 1786 que se pudo inaugurar oficialmente el complejo.
[14] Las instalaciones fueron un punto singular como principal contacto entre la infraestructura y la mayor ciudad a la que servía.
Mostrando su simbolismo, Pignatelli mandó erigir allí la Fuente de los Incrédulos como respuesta a los críticos del proyecto.
Una decena de barcos[16] prestaban servicio regular transportando grano, sal y otros productos gracias a la fuerza del cierzo o de caballerías cuando el viento no bastaba.
Las principales mercancías transportadas eran trigo, desde la ribera navarra y la rica zona agrícola de las Cinco Villas hasta el mercado zaragozano en la ida y productos de la huerta aragonesa (regaliz, hortalizas) junto a pequeñas manufacturas en la vuelta.
[9] Durante la Guerra del Rosellón (1793-1795), se añadió también un importante tráfico militar dadas las ventajas que ofrecía para el transporte de artillería y municiones.
[18] La sublevación de la ciudad contra la ocupación francesa en mayo de 1808 obligó al partido antifrancés a tomar el canal, donde el funcionario del canal Antonio Lamana se distinguió por asegurar para los sublevados las barcas que lo surcaban.
[18] Tras haber fracasado la defensa adelantada zaragozana, las fuerzas francesas se apresuraron a asediar la ciudad.
Como medida preventiva, se cortó en octubre de 1808 el canal en Grisén, para impedir que la artillería y armamento pesado francés pudiera acercarse a la Casa Blanca.
Ese mismo día, las baterías de Casablanca se estrenaron repeliendo un ataque sorpresa francés.
[26] Con esta derrota, el general Saint-Marq tuvo que replegarse de la línea defensiva del canal hacia la ciudad.
Durante la posterior ocupación francesa, el canal sería reparado y usado como vía de aprovisionamiento.
En 1827 el rey Fernando VII y su esposa María Amalia aprovecharon su visita a Zaragoza para observar personalmente la situación del canal.
Derrotados los asaltantes tras un breve éxito inicial, los prisioneros leales al gobierno cristino fueron liberados en un canje decidido ahí.
La misma guía indica que la actividad productiva y logística se había mantenido en las instalaciones.
El tráfico de viajeros y mercancías, aunque limitado, aún no había desaparecido.
[41] Para ese año, ya existían alrededor del antiguo molino algunas edificaciones que en la guía de 1908, "Zaragoza en tranvía" se describen como:
Con el tiempo, ese conjunto crecería hasta constituir un barrio de la ciudad por derecho propio.