En cualquier caso, sus sobrinos y sus descendientes tuvieron una influencia importante durante al menos cinco generaciones.
[5] Se cuenta que cuando apareció por primera vez frente al pueblo con la púrpura imperial, este le cantó “Reina, Anastasio!
[8] Su reinado comenzó bajo los mejores auspicios, aunque posteriormente se vería alterado por las guerras y las disensiones religiosas.
Anastasio I puso en marcha un conjunto de reformas económicas[9] que provocaron una prosperidad y un desarrollo nunca antes visto.
Para empezar, se condonaron impuestos atrasados a provincias devastadas o con problemas para poder efectuar los pagos.
Anastasio también reajustó el fisco para adecuarlo a una nueva situación de menor presión militar e impositiva.
Desde los tiempos de Constantino, todas las actividades comerciales quedaban gravadas sin una carga pagadera en oro y plata, cada cinco años primero, más tarde cada cuatro.
[11] Anastasio abolió este impuesto y quemó públicamente todos los documentos que tenían relación con él.
La economía de Anastasio desempeñó un papel importante en las acciones y medidas que pondría en práctica su segundo sucesor,[17] Justiniano I.
Además, la guerra debilitó al Oriente lo suficiente para que los persas obtuvieran algunas victorias en las fronteras y se hicieran con algunas de sus fortalezas.
Esta se extendía desde la Propóntide hasta el mar Negro, y renovó las fortificaciones del Danubio.
[22] En cualquier caso, era solo un consulado honorífico, pues no implicaba el ejercicio de las funciones que, al menos en teoría, debería corresponderle.
El diploma de Anastasio mostró a la población gala la legitimidad del poder que Clodoveo ejercía sobre ella.
Clodoveo se convertía así en algo parecido a un virrey de Galia, que en teoría pertenecía al Imperio romano.
Completó su red de alianzas asociándose con pueblos germanos, incluidos los hérulos y los turingios.
Nuevamente, Anastasio reaccionó aliándose con los lombardos para que ataquen a los hérulos y los expulsen de Eslovaquia.
Este problema se manifestó en la división del populacho entre dos facciones rivales, los Azules —asociados a Justino— y los Verdes.
De este modo, en las grandes ciudades del imperio existían dos facciones semipolíticas que se combinaban en ciertas circunstancias para conformar una milicia local.
La revuelta, que se prolongó durante los años 514 y 515, fue sofocada por una victoria naval del general Marino.
Terminó su alegato dirigido al papa Hormisdas con estas palabras, que afirmaban la autonomía de Bizancio respecto a la Iglesia de Occidente: "Vos podéis contrariarme, reverendo señor; podéis incluso insultarme, pero no ordenarme".
[3] Acerca de la elección de su sucesor, la leyenda según el Anónimo Valesiano, dice que invitó a comer a sus tres sobrinos, Hipacio, Pompeyo y Probo, y les hizo preparar tres lechos para descansar después del convite.