Con la desaparición de Sebastián I ese año, el trono fuera heredado por el cardenal Enrique, un hombre anciano y sin descendencia.
En 1640, la política de Felipe I, en lo que se refiere a Portugal, había terminado.
El país fue sometido con impuestos altos y el rey español no tenía la confianza de los nobles portugueses.
Felipe III era odiado en especial por los mercaderes y pequeños comerciantes, que se sentían asfixiados por los pesados impuestos.
La leyenda dice que fue su mujer Luisa de Guzmán, hija del duque de Medina Sidonia, quien lo forzó a aceptar la corona diciendo: ¡Más vale ser reina por un día que duquesa toda la vida!.
Rosario Poidimani (quien es, pretendidamente, hijo adoptado de María Pía de Sajonia-Coburgo Braganza, presunta hija ilegítima del rey Carlos I), también pretende el título, sin que haya sido reconocido por ninguna casa real extranjera ni por la actual República Portuguesa.