Se desarrolló sobre todo durante el Romanticismo, cuando la Revolución industrial presagiaba ya que una serie de valores y tradiciones rurales podrían perderse con el desmesurado desarrollo del capitalismo urbano y el éxodo masivo del campo a la ciudad.
También sirvió para describir con el Realismo del siglo xix el espíritu de la nueva y boyante clase social, la burguesía, que conquistó el poder en ese periodo histórico.
Se escribieron grandes compilaciones colectivas de artículos de este género que describían tipos y profesiones populares, siendo quizá la más conocida Los españoles pintados por sí mismos (Madrid: Ignacio Boix, 1843-1844) 2 vols., reimpresos en uno solo en 1851.
La gran repercusión de esa obra, dio lugar a nuevas aventuras editoriales que imitaron su estructura: El álbum del bello sexo o las mujeres pintadas por sí mismas (1843), del que solo aparecieron dos entregas, una de ellas compuesta por Gertrudis Gómez de Avellaneda y otra por Antonio Flores; Los cubanos pintados por sí mismos (1852), Los mexicanos pintados por sí mismos (1854), Los valencianos pintados por sí mismos (1859), Las españolas pintadas por los españoles (1871-1872), en que colaboraron Ramón de Campoamor y Benito Pérez Galdós, Las mujeres españolas, portuguesas y americanas, en tres tomos (1872, 1873, 1876), etc.
En Perú fue Ricardo Palma quien aplicó el cuadro de costumbres a temas históricos virreinales; en Venezuela, Rafael María Baralt, Abigail Lozano, Juan Vicente González; en Chile, José Joaquín Vallejo, testigo del pionerismo y auge minero, en Guatemala, fue José Milla y Vidaurre quien describe aspectos culturales acontecidos en la capital guatemalteca; mientras que en Argentina fue Roberto Arlt el máximo exponente con sus Aguafuertes porteñas exponiendo las costumbres del Buenos Aires de su época.