En la Antigüedad tardía, el título se convirtió también en un rango otorgado a los gobernadores de las provincias romanas Durante la República romana, el término [vir] consularis (traducido del griego como ὑπατικός, hypatikós) designaba a cualquier senador que hubiera servido como cónsul.
La distinción también iba ligada a sus esposas (consularis femina, en griego ὑπατική o ὑπάτισσα).
[1] Durante el Imperio, se crearon algunas magistraturas superiores para los consulares:[1] Ya en tiempos republicanos, determinadas provincias estaban reservadas a excónsules.
[1] Los consulares también podían mantener el cargo en las provincias imperiales como delegados del emperador (legatus Augusti pro praetore), junto a los senadores que no habían alcanzado más allá del rango de pretor o gobernadores ecuestres, que fueron denominados procuradores.
[1] Como el título formal de legatus Augusti no distinguía entre titulares de rango consular o pretoriano, el primero ocasionalmente añadía la forma consularis a su título, una práctica que se hizo habitual en el siglo III.