[1] La palabra francesa commune surgió en el siglo XII, del vocablo perteneciente al latín medieval communia, cuyo significado es pequeño conjunto de gente compartiendo una vida común, del latín communis, cosas en común.
En el territorio de la República Francesa no hay ningún lugar que sea directamente gobernada por un condado o alguna autoridad mayor.
(Esto es similar a la situación en Nueva Inglaterra, región de Estados Unidos.)
En Reunión con la expansión demográfica y la extensa urbanización, hubo una división administrativa de algunas comunas.
La población media recién mencionada no debería opacar el hecho de que las diferencias en tamaño son extremas entre las comunas francesas.
En las comunas francesas han tenido personalidad legal desde 1837: son consideradas entidades jurídicas, y tienen capacidades legislativas.
Antes de la Revolución francesa, no existía nada similar a las comunas que conocemos.
En este aspecto, así como en muchos otros, la obra de la Asamblea Nacional fue completamente revolucionaria: no solo transformaron todas las ciudades y aldeas en comunas, la Asamblea Nacional también decidió transformar todas las parroquias en comunas independientes.
Los revolucionarios fueron inspirados por las ideas cartesianas así como por la filosofía de los ilustrados (les Lumières).
Eso fue una verdadera revolución para miles de aldeas que nunca habían experimentado una organización municipal anteriormente.
Una cámara municipal (mairie) tuvo que ser construida en cada una de esas aldeas, en las cuales se llevarían a cabo las reuniones del concejo municipal así como la administración de la comuna.
Estos cambios abruptos enajenaron profundamente a los devotos católicos, y Francia pronto se vio sumergida en las convulsiones de una guerra civil, con las regiones fervientemente religiosas del oeste de Francia como sus protagonistas.
Los revolucionarios Jacobinos temían de los poderes locales independientes, los cuales eran vistos por ellos como conservadores y opositores a la revolución, así que ellos favorecieron al poder del Estado Central.
Para 1837 esta situación fue juzgada como poco práctica, ya que como los alcaldes y concejos municipales no podían formar parte en las cortes, cualquier acción tomaba más tiempo.
Esto fue menos que las 60 000 parroquias que existían antes de la revolución (en ciudades y urbes, las parroquias fueron combinados en una sola comuna), pero 41 000 continuaba siendo un número muy grande, en ese momento sin comparación alguna en el mundo, exceptuando el Imperio de China (pero allí, solo el nivel de Condado y superiores tenían una administración permanente).
Desde entonces, cambios tremendos fueron afectando a Francia, así como los hubo en el resto de Europa: la Revolución industrial, dos guerras mundiales, y los éxodos rurales han hecho decrecer la población rural e incrementar la de las ciudades.
Las divisiones administrativas francesas, sin embargo, han permanecido extremadamente rígidas e inalterables.
Por ejemplo: considerando toda Alemania (un tercio más de habitantes que Francia) solo 12 321 comunas (Gemeinden), o reuniendo toda Italia (casi tantos habitantes como Francia) solo hay 8101 comunas (comuni).
En la otra punta de la escala, en Francia existen algunas comunas rurales que tras éxodos rurales han quedado con muy pocos habitantes, y que luchan para mantener y distribuir servicios básicos como agua corriente, recolección de residuos, o calles comunales correctamente pavimentados.
Un problema más serio es que los ciudadanos de una aldea pueden estar poco dispuestos a tener sus servicios locales en manos de un ejecutivo situado en otra aldea, que puede no ser consciente o atento a las necesidades locales.
La ley Chevènement organizó todas estas prácticas, aboliendo algunas estructuras y creando otras nuevas.
Las comunidades de comundas son las que reciben la menor cantidad de dinero por habitante, mientras que las comunidades urbanas son las que reciben más dinero, y esto empuja a las comunas a formar más comunidades integradas donde ellas tienen menos poder, lo que se hubieran resistido a hacer si el gobierno no les entregara dinero a cambio.
La Ley Chevènement ha sido extremadamente exitosa en ese sentido ya que la mayoría de las comunas francesas ahora pertenecen a estructuras intercomunales: una verdadera hazaña en un país tan conservador como Francia.
A menudo los sindicatos locales se han tornado oficialmente en Comunidad de Comunas, y la nueva Comunidad maneja solo los servicios que antes manejaba el Sindicato, contrariamente al espíritu de la ley la cual estableció las nuevas estructuras intercomunales para realizar una gama de actividades mucho más amplia que las realizadas por los Sindicatos.
Además, las estructuras intercomunales en muchas áreas urbanas son todavía muy nuevas, y frágiles: existen tensiones entre las comunas; la ciudad central del área urbana a menudo es acusada de desear dominar las comunas de los suburbios; las comuna posiciones políticas opuestas también pueden sospechar las unas de las otras.
Un problema importante con la intercomunalidad, es el hecho de que las estructuras intercomunales no tienen representantes elegido directamente por la gente, son los representantes de cada comuna individual que pertenece a la nueva estructura.
A nivel local, esta situación se parece a la de la Unión Europea, donde del poder compartido por muchos estados europeos independientes ha resultado en que el poder sea ejercido por una burocracia no elegida por los ciudadanos.