Pero la victoria no fue aprovechada, y días más tarde el asalto final a la ciudad de Buenos Aires terminaría en la capitulación del ejército invasor.La vanguardia británica marchaba al mando del mayor general Lewison Gower con dos brigadas al mando de los generales Robert Craufurd y William Lumley, el centro estaba al mando directo del general Whitelocke y de Samuel Auchmuty y la reserva al mando del teniente coronel Thomas Mahon, con diez cañones de tren volante y un obús.Así, las tres columnas británicas marcharon completamente separadas, sin que Liniers lo supiese ni pudiera obstaculizar su avance, y sin más dificultades que las propias del terreno pantanoso y los numerosos arroyos a vadear, la falta de caballada y las fallas en el aprovisionamiento de las tropas, especialmente la falta de licor.Vanguardia, centro y retaguardia marcharon separadas y en una sola línea de avance, cuando una vez superado el terreno pantanoso que seguía a la cabeza de playa podría haber avanzado en varias columnas paralelas.Por otra parte, los ingleses no efectuaron un buen reconocimiento, y — por malestar entre los mandos — evitaron la mínima coordinación necesaria para aprovechar la ventaja decisiva que ofrecía el despliegue de su oponente.De hecho, dieron por supuesto que el puente habría sido destruido y no confirmaron así la situación real.Pese a que las avanzadas tenían contacto visual con el dispositivo de Liniers, sus comandantes no tuvieron noticias de su imprudente cruce del río, lo que cambiaba por completo la situación táctica.Gower cruzó a la una de la tarde sin mayores contratiempos el paso donde había una profundidad importante, de cuatro pies, pero con fondo que si bien fangoso era suficientemente firme para el cruce.Allí vio como el grueso de su ejército marchaba a gran distancia y tuvo noticias del movimiento de Liniers: «Mientras me ocupaba en hacer pasar cuatro cañones sobre el vado, que era muy profundo y fangoso, el brigadier general Craufurd que estaba en avanzada me informó que vio un gran cuerpo de infantería con una considerable cantidad de artillería aparentemente dirigiendo su marcha hacia la misma elevación, en los suburbios de Buenos Aires, que yo previamente le había señalado como el lugar que parecía más favorable para ocupar».Ordené que todos esos hombres fueran enviados a la división principal del ejército en la Reducción».Craufurd inició el avance siguiendo la actual avenida Sáenz (y su continuación Boedo) pudiendo ver a ratos las fuerzas de Liniers que se dirigían al mismo punto: «las primeras dos millas aproximadamente de la marcha fueron a través de tierras bajas cuya superficie era húmeda pero firme.Los británicos llegaron al límite sur de la quinta de White, actual Avenida Belgrano, y torcieron por esta hacia el este unos 200 metros para continuar bordeando la quinta tomando la actual calle Liniers rumbo norte hasta la calle Victoria (Hipólito Yrigoyen) que rumbo nordeste los condujo tras unos cuatrocientos metros a los corrales.Los defensores sobrevivientes huyeron en dos direcciones principales: el ala derecha de unos 400 hombres con Velasco y Liniers hacia la Chacarita siguiendo la actual Avenida Corrientes y otra, el ala izquierda, directamente hacia el centro de la ciudad (por las actuales Larrea, Alberti y Avenida Rivadavia).Craufurd aunque ya era oscuro persiguió a estos últimos hasta pasar la actual calle Callao, donde empezaban las casas, donde ya caída la noche se detuvo para reorganizar la brigada con la intención de penetrar hasta el fuerte.[6] Craufurd, después de dejar una avanzada de tres compañías, tuvo que retroceder al matadero de acuerdo a sus órdenes, para encontrarse que la posición estaba ya cubierta por Lumley: «Para cuando la infantería ligera volvió a formarse y se colocó una reserva sobre la artillería que había sido capturada ya era casi oscuro.Yo decidí permanecer en esa posición hasta que se me uniese el resto del ejército».[7] La división de Elío, que debía apoyar a Liniers en la acción, llegó demasiado tarde y al ver el descalabro de la fuerza principal se dispersó, marchando todos a sus casas.Sin embargo se había ganado tiempo: la noche había caído y sin noticias del grueso del ejército, Gower no se decidió a penetrar en la ciudad, lo cual dio tiempo de reunir la artillería a las órdenes de Juan Bautista Azopardo en la Plaza Mayor, a fortificar las calles preparándose para combatir en ellas y a reunir casi 200 combatientes que no habían participado en la acción de los Corrales de Miserere.