En 1887, Giuseppe Verdi fue el primer compositor importante de la tradición occidental que escribió un inequívoco clúster cromático: Otello se inicia con un clúster del órgano (do, do♯, re) que también tiene la duración más larga conocida de cualquier partitura.
[2] "Alrededor de 1910 —escribe Harold C. Schoenberg— Percy Grainger causaba gran revuelo con los clústeres usados en obras como Gumsuckers march".
En 1911, se publica la primera composición en que se usan a fondo verdaderos clústeres: Tintamarre (The Clangor of Bells) («Clamor de campanas»), por el compositor canadiense J. Humfrey Anger (1862–1913)[3] El pianista experimental Leo Ornstein comenzó a emplear cosas similares muy pronto.
[4] Al mismo tiempo, Charles Ives compuso una obra, que se convirtió en el más famoso clúster individual en el segundo movimiento de la Sonata Concord (1911-15, publ.
La figura pionera en promover este recurso armónico fue Henry Cowell, cuya obra para piano Dymamic Motion (1916), compuesta a los diecinueve años, ha sido descrita como "probablemente la primera pieza donde se usaron acordes de segundas independientemente de extensión y la variación musical.
Considerado por algunos como una técnica pianística esencialmente al azar, o más amablemente, como una aproximación aleatoria, Cowell explicó que la precisión en la escritura y ejecución de los clústeres era la misma que en cualquier otro recurso musical: El historiador y crítico Kyle Gann describe la amplia gama de maneras en que Cowell construyó (e interpretó) sus clústeres y como los uso como texturas musicales, “a veces con una nota superior sacada fuera melódicamente, a veces acompañando la melodía con la mano izquierda en paralelo.
También, Aaron Copland incluyó un clúster con molto fortissimo en sus Three Moods para piano (conocidos como Trois Esquisses, 1920-21, un título que es un evidente homenaje a una pieza de Ornstein.
El más famoso, fue el pianista Jerry Lee Lewis que en los años 1950 tocaba con puños, brazos, pies y trasero.