A los 8 años fue nombrado sucesor de Abderramán III, y su educación fue exquisita, participando intensamente en las actividades del reinado, así como en las campañas militares, acompañando al califa en varias ocasiones.Al llegar al trono la descendencia se hacía necesaria y logró dársela una concubina esclava, de origen vascongado llamada Subh (también llamada Zohbeya y Aurora), a quien Alhakén dio el nombre masculino de Chafar.[11] Ante la negativa del rey leonés a cumplir su promesa, Alhakén acogió[12] al depuesto Ordoño IV en la corte cordobesa prometiéndole reponerlo en el trono, lo que hizo que Sancho I se retractase y enviase una embajada a Córdoba con la promesa de cumplir lo pactado.[13] Sin embargo, la muerte de Ordoño IV —en la propia Córdoba, en 962— motivó que Sancho I cambiase nuevamente de postura y concertase una alianza con el rey navarro García Sánchez I, con el conde castellano Fernán González y con el conde de Barcelona Borrell II para hacer frente al poderío del califa.[15] Se reforzó además Gormaz como centro de defensa frente a cualquier embate castellano.[20] Además, se buscaba asegurar el acceso directo al comercio sahariano controlando algunas ciudades rifeñas.[21] Tras los reveses sufridos por su padre, al alcanzar el califato apenas conservaba en la región la posesión de Ceuta y Tánger.[27] Ese mismo mes, las fuerzas omeyas del almirante Abd al-Rahman ibn Muhammad ibn Rumahis recuperaban Tánger, que antes había expulsado a la guarnición califal y que Ben Kannun controlaba.[28][26] El 2 de septiembre Kannun es vencido y debe huir, permitiendo a Qasim tomar Arcila.[8] Almería, principal puerto militar del califato, había comenzado a fortificarse por orden de Alhakén en el 964.[34] En el año 971, los vikingos intentaron una nueva incursión en territorio califal, Alhakén respondió enviando la escuadra almeriense en ayuda de la sevillana y los normandos no lograron desembarcar.[9] Al acabar su reinado su flota contaba con atarazanas, aparte de la principal, en Alcacer do Sal, Silves, Sevilla, Algeciras, Denia, Tortosa, Ceuta y Melilla, dominando el Atlántico y el Mediterráneo Occidental con sólo su rival fatimí como una verdadera amenaza.[43] Quizás por sentir próxima su muerte por el ataque de hemiplejía que sufrió, se apresuró en nombrar sucesor a su hijo, Hisham II que, al acceder al trono siendo menor de edad, se convirtió en una marioneta utilizada con astucia por al-Mansur y sus partidarios.[46] Algunos sectores de la corte propusieron a su hermano menor, Abū-l-Muțarrif al-Mughira,[47] como nuevo califa aduciendo que Hisham, un niño, no podría desempeñar el cargo apropiadamente.[48] El chambelán al-Mushafi, deseoso de hacerse con la regencia, envió a Abu ʿAmir Muhammad al palacio del príncipe y lo asesinó.[49] Físicamente rubio, pero tirando a pelirrojo, con nariz aguileña, grandes ojos negros, corpulento, de piernas cortas y antebrazos demasiado largos, tenía un perceptible prognatismo.[4] La cercanía de la muerte le llevó a acentuar sus obras piadosas, aunque siempre había sido devoto, en contraste con su padre.