Comúnmente se le daba forma plana y redonda, del tamaño de un bocado, y a veces se llegaba a cocer hasta cuatro veces.La doble cocción provocaba una drástica pérdida de hidratación, que volvía los bizcochos muy compactos y crujientes.[2] El bizcocho «blanco» se hacía con harina bien molida y tamizada (harina blanca fina) y estaba reservado a los oficiales del barco o a los enfermos.El resto de la tripulación recibía bizcochos hechos con harina integral (con el afrecho).Hoy en día, las galletas o bizcochos han perdido el protagonismo que tenían antaño, debido principalmente a la modernización tecnológica de la náutica, que permitió la introducción de nuevos alimentos.De hecho, otros productos más modernos tomaron su nombre (véase bizcocho y galleta).Asimismo, en Venezuela se entiende por bizcocho las rebanadas de pan doblemente horneadas.Por esta razón se acababa amasando con los pies, valiéndose del peso de todo el cuerpo.Así se dejaban reposar las piezas por un tiempo muy corto, para impedir una fermentación completa que hiciera subir (hincharse) la masa.En una primera fase, la temperatura y humedad ambientes fomenta el desarrollo de microorganismos.Además de las ratas, las larvas de ciertos insectos se crían en la galleta, particularmente los gorgojos del género Curculio, Tenebroides mauritanicus y Stegobium paniceum (el gorgojo del pan).Fueron temidos por armadores y navegantes por los terribles daños que podían provocar en el suministro del barco.Un libro portugués de 1864 explica cómo se hacían a la manera portuguesa[14] (llamados biscoito o bolacha): harina muy fina, con una mínima cantidad, casi ácima, de levadura, poca agua y sal.[25] La galleta británica se elaboraba con grano entero (es decir, con el salvado o afrecho).[23] El pan duro de cereales se elaboraba en el Ejército Imperial Japonés del período Meiji mejorando las galletas militares occidentales.