Los dos se conocían desde que eran estudiantes y forjaron una larga amistad; más tarde serían sepultados en el mismo lugar.
Además del interés de su arquitectura, Pierre Fontaine fue notable por su capacidad para llevar a cabo una carrera sin igual a través de los diferentes cambios de Régimen: trabajó tanto en la época del Consulado, como en la Restauración y el Segundo Imperio sin haber sufrido la «travesía del desierto».
En 1787, un lugar fue liberado en la Academia de Francia en Roma, entonces cons sede en el palacio Mancini, y Fontaine se convirtió en pensionado.
El mismo año, Napoleón I les confió la misión de preparar los planos para una ciudad imperial cuyo centro habría sido el palacio del rey de Roma, edificado sobre la colina de Chaillot, pero que la caída del Imperio evitará realizar.
También estuvo trabajando con Alexandre Dufour en un proyecto para reconstruir el palacio de Versailles, que debía acoger a Napoleón y su familia.
Entre 1811 y 1812, fue elegido miembro correspondiente de varias academias en Europa: Ámsterdam, Amberes, Múnich, Roma.
En 1833, a petición de Luis Felipe I, Fontaine asesoró al arquitecto Dubreuil para los trabajo que este último emprendió en 1831.
El mes siguiente, fue nombrado presidente honorario del Consejo de Edificios Civiles (Conseil des bâtiments civils).
Está enterrado, con Charles Percier, en el cementerio de Père-Lachaise (28.ª división (12.ª línea, R, 31)).
En colaboración, Percier y Fontaine publicaron: Se recogen algunos estudiantes destacados de Charles Percier a quienes Fontaine les enseñó la perspectiva: Además del retrato de Boilly en 1805 reproducido más arriba, un Fountain ya mayor fue retratado en hábito, apoyado sobre un bastón, por Joseph-Désiré Court (¿palacio de Versalles?