Dentro de estos, se puede mencionar aquella que expone la filósofa feminista Simone de Beauvoir y sus seguidores, quienes proponen el uso del término «género» para referirse a las construcciones sociales y culturales sobre la masculinidad y la feminidad, no al estatus purista de ser hombre o mujer;[4] mientras que otros[¿quién?]Este uso del concepto ha sido promovido principal, aunque no únicamente, por sectores católicos conservadores.Los estudios de género, por tanto, analizan las relaciones de género como un orden que se impone a los individuos, pero que a la vez los individuos reproducen continuamente en sus prácticas.Teóricas feministas como Juliet Mitchell, Nancy Chodorow, Jessica Benjamin, Jane Gallop, Bracha Ettinger, Shoshana Felman, Griselda Pollock y Jane Flax han argumentado que la teoría psicoanalítica es vital para el proyecto feminista y debe, al igual que otras disciplinas, ser reformulada desde el feminismo para liberarla de los vestigios del sexismo.Shulamith Firestone, en The Dialectic of Sex, denomina al psicoanálisis freudiano como el feminismo equivocado y analiza cómo este es casi completamente preciso, con la excepción de un detalle crucial: en todas partes donde Freud escribe «pene», debería decir «poder».[24] Los trabajos de Mark Blechner han expandido los puntos de vista psicoanalíticos del sexo y género, catalogando al psicoanálisis como la «ciencia queer pasada y futura».[25] En su opinión, existe un «fetiche de género» en la sociedad occidental, donde se le da una enorme y desproporcionada atención al género de las parejas sexuales sobre otros factores que intervienen en la atracción sexual, como la edad o la clase social.Él propone que las palabras «homosexualidad» y «heterosexualidad» sean prefijos, dependiendo del nivel de diferencias o semejanzas existentes entre quienes conforman la pareja.[27] En otras culturas, sin embargo, la felación receptiva es la norma en la adolescencia temprana y es vista como un requisito para el desarrollo de la masculinidad normal.Como recurso retórico es empleado especialmente por la Iglesia católica para situarse en contra, defender sus propias ideas por oposición y criticar a sus supuestos proponentes: construccionistas sociales, feministas, activistas LGBT, transexuales, etc., además de dar a entender que existe una estrategia política unificada detrás de esta filosofía.[45][46] Según una carta pastoral del obispo de Córdoba, Demetrio Fernández,[47] En una definición algo más larga, el diácono Girolamo Furio explica:[48]Así, el cardenal Robert Sarah, arzobispo emérito de Conakry, Guinea, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y presidente del Pontificio Consejo Cor Unum, consideraba que existen actualmente «dos fuerzas diabólicas: el ISIS o Estado Islámico y la teoría del género».
Soldado estadounidense en la
Batalla de Okinawa
(1945). Hasta finales del siglo
XX
los hombres de
Occidente
eran obligados a alistarse e ir a las guerras, costumbre que en la actualidad sigue vigente en muchos países.
Marcha del Orgullo LGTB en Berlín, verano de 2002.