La libertad sexual es la facultad de la persona para autodeterminarse en el ámbito de su sexualidad, sin más limitaciones que el respeto a la libertad ajena, facultad que se expande hasta utilizar el propio cuerpo a voluntad, seguir en cada momento una u otra tendencia sexual, hacer y aceptar las propuestas que se prefieran, así como rechazar las no deseadas.
En todo caso libertad sexual, tanto en su vertiente positiva como negativa, no se oponen ni distinguen entre sí, ambas libertades constituyen el mismo bien jurídico de la «libertad sexual».
El reconocimiento legal de la libertad sexual no siempre ha existido ni está recogido en todas las legislaciones -las mujeres casadas en la legislación de muchos países carecían y todavía carecen del reconocimiento de libertad sexual ante el marido; en algunos países las familias pueden repudiar, castigar e incluso lapidar a las mujeres solteras si mantienen relaciones sexuales no consentidas por la familia, o si, por el contrario, no consientan una relación sexual con el marido-.
Los avances en las normativas y el reconocimiento de la libertad sexual se produce a partir de la Segunda Guerra Mundial, con la revolución sexual y las reivindicaciones feministas.
[4][5] Los 'Delitos contra la libertad e indemnidad sexuales son aquellos que atentan contra la libertad de elección sexual del individuo, o que promueven la sexualidad en algún sentido cuando el sujeto pasivo es menor de la edad de consentimiento estipulada por la ley o incapaz.