[3] Los tres tríos para piano de este opus fueron compuestos durante los años en que Beethoven estudió con Joseph Haydn.
Según su discípulo, Ferdinand Ries, el tercer trío del conjunto había sido escrito en 1793.
La primera vez que se atrevió con el género del trío para piano fue en 1791 con su Trío para piano, WoO 38 y no fue casualidad que escogiera este medio para darse a conocer al mundo de la música.
Y si el violonchelo dobla a veces el bajo del teclado, como raramente lo hace en los últimos tríos de Beethoven, a menudo afirma su individualidad de una manera que Mozart sólo intermitentemente y Haydn casi nunca permitía.
Con este fin organizó un concierto privado que pudo celebrarse en 1794 o bien a principios de 1795 en la residencia vienesa del príncipe Lichnowsky.
En dicho anuncio el joven compositor se muestra orgulloso y seguro de sí mismo.
1, estos tríos no fueron las primeras composiciones publicadas de Beethoven, ya que esta distinción pertenece más bien a sus Variaciones Dressler para teclado WoO 63.
Poco después de que Beethoven llegara a Viena, Haydn le presentó al príncipe Lichnowsky y a su esposa Maria Christiane, que eran músicos aficionados y fervientes patrones de las artes.
Como muestra de gratitud, Beethoven dedicó al príncipe las siguientes composiciones musicales, todas anteriores a 1806: los tres Tríos para piano, Op.
Hay expansión en casi todos los niveles: por ejemplo, en la pausada proliferación de temas del segundo grupo, que comienza con una tranquila melodía coral aderezada con acentos sforzando; o en la enorme coda, de hecho un segundo desarrollo, donde primero el piano y luego las cuerdas explotan aún más la figura de "cohete" inicial del movimiento, en un momento dado dándole la vuelta despreocupadamente.
Pero en una de las primeras pruebas, el violonchelista Anton Kraft (más conocido por su asociación con Haydn) sugirió que la música estaría mejor anotada en 2/4, y Beethoven adoptó la idea.
La música está llena de agresivos acentos sforzando, ásperos contrastes dinámicos (en su punto más extremo en la coda) y misteriosas o dramáticas zambullidas en tonalidades lejanas.
Aquí, una nueva figura suave en octavas en el piano parece estar preparando el regreso del tema de "cabalgada", que luego entra discretamente, antes de que nos demos cuenta, mientras las octavas del piano continúan como si nada hubiera pasado.
Pero en el Trío en do menor estalló en una obra de sorprendente vehemencia explosiva y oscura belleza lírica.
[16] El primer movimiento, Allegro con brio, está en do menor, en compás de 3/4 y en forma sonata.
Hay un momento emocionante al comienzo del desarrollo en el que el original eco en pianissimo del tema principal un tono más arriba después se mueve un semitono más abajo, llevando la música a una nueva y extraña región tonal (do bemol mayor, enarmónicamente escrito como si mayor).
Luego, en lo que quizás sea el golpe más impresionante de todos, la música se desliza hacia do mayor (con el violonchelo tomando la iniciativa, algo inusual en 1795) y luego hacia la tonalidad "napolitana" de re bemol mayor para un nuevo desarrollo cantabile del tema principal.
[15] El segundo movimiento, Andante cantabile con variazioni, está en mi bemol mayor y en compás de 2/4.
Pero hay muchos momentos ingeniosos, auténticamente beethovenianos: la bulliciosa tercera variación, con sus bruscos acentos sforzando y sus estridentes pizzicati de cuerda; la cuarta, en mi bemol menor, con su plañidero solo de violonchelo; o la coda, iniciada por una rica rearmonización cromática del tema.
Está a medio camino entre el minueto y el scherzo, vuelve al universo del do menor del movimiento inicial, con su pathos inquieto, sus longitudes de frase irregulares y sus explosivos contrastes dinámicos.
En este trío Beethoven se divierte desbastando la cadenciosa melodía Ländler del violonchelo con cacareados acentos fuera de compás.
Yuxtapone violencia, agitación reprimida y, en el elocuente segundo tema en mi bemol mayor, ternura lírica.
[15] Este opus fue recibido con entusiasmo tanto por los "entendidos" como por los músicos aficionados ("Kenner und Liebhaber", una de las distinciones favoritas del siglo XVIII), e hizo que el compositor obtuviera pingües beneficios.
[6] Ferdinand Ries escribió sobre la velada privada en la que se estrenaron estas piezas en su Biographischen Notizen über Ludwig van Beethoven (1838):[17][2][3]