En 1755 sucedió el terremoto de Lisboa y su estructura sufrió grandes daños.
Para su colocación, Ventura Rodríguez discurrió el realizar un andamio volante que se descolgaba por medio de unas cuerdas enrolladas a un cabrestante situado en el recinto definido por los cuatro grandes arcos del tercer cuerpo de la torre.
El andamiaje, que permitió colocar los cuatro zunchos de una manera muy económica, fue muy admirado en su época.
Durante todo el mes siguió más o menos la lluvia y el viento.
El día 31, segundo día de la Pascua de Pentecostés, se celebraron en la catedral los Oficios correspondientes y los vallisoletanos se disponían a ir a la romería del Carmen, según la costumbre.
Horas después, cerca de las 5 de la tarde Valladolid se vio conmocionada con un ruido terrible y las casas cercanas sintieron una gran trepidación como consecuencia del derrumbe de la torre que se había venido abajo casi por completo, a partir del último cuerpo, el ochavado, donde estaban colocadas las campanas, arrastrando gran parte del tercer y segundo cuerpo, con el reloj incluido.
Ortega Zapata lo comentaba así: No hubo ningún muerto y sólo dos personas resultaron dañadas: el campanero Juan Martínez y su esposa Valeriana Pérez que tenían su vivienda en la torre en un cuarto junto al campanario.
La mujer pasó 30 horas en aquella posición hasta que fue rescatada; estaba maltrecha y muy golpeada pero con vida.
A continuación llegaron los arquitectos, los maestros de obra y varios albañiles provistos con sus herramientas.
Francisco González estuvo de acuerdo en seguir con la obra emprendida, pero esta vez cobrando, ya que había cumplido con lo pactado anteriormente.
[7] El Ayuntamiento le entregó 170 000 reales y la demolición continuó hasta la altura en que puede verse en la actualidad.
En 1879 se subastaron las obras y empezaron a agruparse materiales en la Plaza de la Universidad.
Sin embargo, la falta de fondos hizo que las obras se pararan poco después.
A finales del verano, estaba ya concluido el segundo piso, con sus grandes arcos, hasta la barandilla.
El acto comenzó con el toque a Gloria de la campana dedicada a san Miguel Arcángel, que procedía de la antigua torre derrumbada y que se había guardado y conservado.
Así, Antonio Iturralde se vio obligado a hacerla más alta que lo proyectado en un principio.
Los dos primeros cuerpos cuadrados son exactos a los que tenía la torre desplomada.
En un rincón se inicia la escalera de caracol que conducirá a los cuerpos superiores.
[14] El primer cuerpo tiene ocho ventanas con arco de medio punto; desde este espacio era costumbre suspender la matraca en Semana Santa.
El segundo custodia las esferas del reloj y el tercero es el destinado a las campanas; sus ocho ventanas tienen antepecho con balaustrada.
Para acceder a esta estatua se construyó una escalera de madera en el interior del cuerpo octogonal, desestimando las propuestas de otros materiales como hormigón o piedra artificial.
El reloj posee sonería de cuartos dobles, medias y horas con repetición.
[16] Cada una tenía grabada la imagen del santo a quien estaba dedicada, un crucifijo y una leyenda.
En 1910 se incorporaron las dos de los cuartos del reloj, realizadas por la misma empresa francesa que este.
Jesús está representado con túnica ceñida por un cinto y en el pecho tiene el corazón con la corona de espinas.
[19] Al año siguiente el electricista Manuel Rodríguez colocó el cable-pararrayos que baja por la parte posterior del monumento y se desliza por la torre hasta llegar a tierra.