Volvió luego a ocupar la dirección de la empresa familiar ABC entre 1962 y 1975.
Desde 1964 intervino en política como procurador en Cortes, si bien con una cierta actitud de distanciamiento irónico que revelaba en sus crónicas parlamentarias.
En 1967, al desarrollarse la Ley Orgánica del Estado, había alcanzado en el Consejo Nacional uno de los puestos designados directamente por Franco.
Entre sus obras destacan Los hijos de la lluvia o La brújula loca, pero sus mayores éxitos los cosechó con sus dos grandes novelas: Edad prohibida (1958), sobre la adolescencia, y Los renglones torcidos de Dios (1979), sobre la locura.
Sus narraciones se construyen en torno a un personaje central y rehúyen cualquier elemento que ponga en peligro el correcto entendimiento de la trama.
Esta obra presenta una indagación sobre los límites entre la salud y la enfermedad mental (Sevilla-Vallejo, 2019).
Para mantener despierta la atención del lector, sus novelas cuentan siempre con abundantes elementos de intriga y en ocasiones se acogen incluso al género policiaco.