[3] Según Vermeer, hay tres tipos de finalidades posibles en una acción traslativa: En la teoría del escopo, el término “escopo”, se refiere al segundo tipo de finalidad expuesta.
[4] Los lingüistas Katharina Reiss y Hans Vermeer[5] definen a los textos como “ofertas informativas'', cuyo significado es producido dinámicamente para sus destinatarios en una situación específica.
Dependerá del traductor cuál elegir y por qué, siempre justificando sus acciones.
[9] En un inicio y basándose en el texto fuente, el traductor deberá seleccionar ciertos aspectos de la oferta informativa en la lengua fuente y posteriormente procesarlos a una nueva oferta informativa dirigida al público meta.
Del traslatum resultante, los receptores también seleccionarán lo que les parezca significativo para su situación.
Por ejemplo, según Vermeer, una manifestación de la fidelidad podría ser que una noticia periodística se traduzca “tal como estaba el original”.
[10] Por lo tanto, el traductor es el actor principal en esta comunicación intercultural para los objetivos de realizar el translatum.
[10] Posteriormente, Vermeer y Reiss publicaron Grundlegung einer allgemeinen Translationstheorie en 1984, donde explican la teoría con más detalle.
En este tipo de textos, los factores contextuales que los rodean resultan esenciales en su traducción, sobre todo en relación con la función del texto en esa cultura específica para un lector o lectores concretos,[14] Hans Vermeer implementó la teoría del escopo para cerrar la brecha que existía entre la práctica y la teoría en las teorías de la equivalencia,[1] teorías previamente extendidas y muy conocidas que asumen que el texto fuente puede llegar a tener el mismo valor en ciertos niveles con el texto meta.
En segundo lugar, porque la lingüística aún no ha formulado las preguntas adecuadas para abordar nuestros problemas.
[9] Dado que la traducción es una forma de acción traslativa que implica comunicación intencional (o interacción, si afecta a dos o más agentes) y transición, debe haber una finalidad asociada.
[15] Otros estudiosos sugieren que, durante el proceso de la traducción de materiales, deben tenerse en cuenta factores contextuales como la cultura del lector y del cliente que inició la traducción.
En este se establecen las instrucciones para ejecutar la traducción.Un encargo debe incluir tanta información detallada como sea posible sobre lo siguiente (1) el objetivo, es decir, una especificación del objetivo del encargo; (2) las condiciones bajo las cuales se debe alcanzar el objetivo pretendido (incluyendo naturalmente cuestiones prácticas como el plazo y la tarifa)[2]El cliente proporcionará “tantos detalles como sea posible sobre la finalidad, especificará al público destinatario, momento, lugar, medio y motivo de la comunicación prevista y la función deseada del texto meta”.
[2] Al indicar esta información en forma escrita o hablada, el encargo de traducción se hace explícito.
Sin embargo, cuando el cliente no proporciona explícitamente el encargo de traducción detallado, probablemente debido a la falta de familiaridad con la comunicación intercultural, el traductor debe negociar y proporcionar instrucciones sobre si hay que traducir el texto fuente y el tipo de texto meta necesario para lograr la finalidad, que es el escopo.
En este ejemplo, el objetivo de la traducción es proporcionar información a los futuros estudiantes internacionales.
[8] Así, se puede ver que, aunque la teoría del escopo está más orientada al objetivo, los aspectos culturales de las lenguas fuente y meta desempeñan un papel importante.
[7] La traductora y traductóloga Heidrun Witte[21] integra estas subcategorías en su modelo de competencia cultural para traductores y enfatiza su carácter intrínsecamente relativo, ya que su definición dependerá del propósito de la investigación.
Sus enfoques funcionalistas se centran en el estudio de aspectos cognitivos o psicofisiológicos de la traducción (Hönig 1995), como la creatividad (Kußmaul 1995), cuyas investigaciones tienen como objetivo principal mejorar la competencia del traductor.
Dado que el texto de destino está determinado por su escopo, el traductor debe poseer un conocimiento profundo del producto anunciado.
Por ejemplo, el titular de un anuncio puede someterse a una traducción dinámica para garantizar que la función de un titular, que es captar la atención del público meta, se mantenga y se adapte para una cultura diferente.
[31][32] Otro caso específico en el que se pone en duda la aplicabilidad del funcionalismo es en la traducción de textos religiosos (Nord 2018).
[33] Existen muchas versiones traducidas de la biblia que persiguen diferentes objetivos.
La New American Standard Bible (NASB) pretende reproducir lo más fielmente posible las escrituras originales en hebreo, griego y arameo.
[34] En términos de géneros textuales, las teorías funcionalistas se han aplicado en el contexto de la traducción técnica (Schmitt 1989, 1992)[35][36], folletos turísticos (Nobs Federer 2006)[37], textos legales (Osoro Pérez-Puchal 2002; Prieto Ramos 2002; Liu Yanping 2014),[38][39][40] entre otros.
Sin embargo, pese al énfasis en la comunicación no verbal del funcionalismo, pocos académicos que trabajan en la traducción audiovisual han aplicado de manera explícita una perspectiva funcionalista a su investigación.
En primer lugar, consideró al traductor y a su labor dentro de un contexto profesional en donde su obligación principal era con los clientes más que con los textos en sí.
La teoría no estipula qué principio es este; esto se debe decidir por separado para cada caso específico.
(Vermeer 1989/2012: 198)[25]El traductólogo Anthony Pym también menciona que la teoría no puede resolver casos de finalidades conflictivas.
[12] El paradigma del escopo se percibe "deficiente" de algún modo cuando admite que muchas veces los traductores deben tomar sus propias decisiones.