[3] Los preparativos de Luis fueron largos: tardó tres años en estar listo para empezar la campaña.
[4] Tuvo que recaudar impuestos especiales para sufragarla —de los que no eximió al clero, con gran disgusto de este—; organizar el gobierno del reino durante su ausencia —lo delegó en su madre, que ya había servido hábilmente de regente durante su minoría de edad—; asegurar que el rey de Inglaterra mantuviese la paz durante su ausencia en Tierra Santa y que Federico, con quien las relaciones eran algo tensas, colaborase para obtener el permiso del rey de Jerusalén —su hijo Conrado— para penetrar en su reino.
[7] Los cruzados fueron en primer lugar a Chipre, adonde arribaron el 17 de septiembre, atracando en Limasol.
[7] Los cruzados pasaron el invierno en la isla, negociando con los mongoles una alianza contra los ayubíes, que no llegó a cuajar.
[11] La larga e imprevista estancia en la isla tuvo graves consecuencias militares: la hospitalidad chipriota relajó la disciplina y lo dilatado de ella acabó casi completamente con los abastos que se habían preparado para sostener al ejército en Egipto.
[16] El rey rechazó además la propuesta del sultán agonizante de intercambiar Damieta por Jerusalén.
[15][14][18] El ejército egipcio, que acampaba en torno a la ciudad fortificaba, vigilaba los vados.
[15] Los francos rechazaron un intento egipcio de atacarlos por la retaguardia, pero no consiguieron construir un dique para cruzar el canal por el continuo hostigamiento del enemigo, que empleaba fuego griego.
[20] Temiendo ser descubierto y pese a las amonestaciones de los templarios, que le recordaron las órdenes que tenía, Roberto decidió asaltar de inmediato el desprevenido campamento enemigo.
[20] Los cruzados cayeron por sorpresa sobre las tropas egipcias y mataron al jefe del ejército, Fajr al-Din ibn al-Shaij y, sin esperar la llegada de refuerzos, se abalanzaron hacia El Mansurá.
[20] Los cruzados consiguieron entrar con facilidad en la ciudad pero, una vez dentro, los mamelucos Bahri improvisaron una defensa en las callejuelas; gran parte de los cruzados, incluido el hermano del soberano francés, fallecieron en estos combates.
[23] Luis logró repeler los asaltos egipcios en una encarnizada batalla y construir un puente de pontones para facilitar el cruce del canal de sus últimas fuerzas, pero no tomar la ciudad.
[23][24][25] Turan Shah ordenó la construcción de una flotilla para interceptar los suministros que desde Damieta recibían los cruzados acampados frente a El Mansurá.
[24][25] Tardíamente, el rey se decidió a aceptar la oferta del fallecido al-Salih que antes había rechazado, pero para entonces los egipcios, noticiosos de la debilidad enemiga, se negaron a ello.
[26] Las huestes cruzadas, desbaratadas, no alcanzaron sin embargo su destino y tuvieron que rendirse en Fariskur a los egipcios el 6 de abril.
[27] Dada su abundancia y por orden del sultán, durante una semana se decapitó a trescientos prisioneros, para reducir su número.
[28] El 2 de mayo,[29] los mamelucos Bahri asesinaron al sultán y parte del ejército egipcio exigió que se pasase a los cautivos cruzados por las armas.
[31] Finalmente, decidió permanecer en el Levante, que había perdido gran parte de sus fuerzas militares en la desastrosa campaña egipcia.
[34] Los damascenos enviaron fuerzas a Gaza para impedir la unión de los coligados y los egipcios no hicieron intento alguno de marchar al norte para unirse a Luis.
[35] En su retirada desde Gaza a Damasco, el ejército sirio saqueó la campiña del reino jerosolimitano y la ciudad de Sidón, cuyas defensas se estaban reconstruyendo.
[37] Los nobles franceses criticaban al papa, enfrascado en su conflicto con el emperador alemán, pero no enviaban ayuda a Luis.
[39] Aunque reforzó las defensas del reino, las pérdidas militares de la cruzada acaudillada por Luis lo debilitaron.
[39] Poco después de su marcha, estalló una guerra civil debida principalmente a la rivalidad entre las repúblicas italianas en la que se vieron envueltos los señores levantinos.
Más tarde protagonizaría un nuevo intento de retomar Tierra Santa (Octava Cruzada) que acabaría también en fracaso.