El emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Federico II inició en 1228 la Sexta cruzada.
Tras su llegada a Acre el emperador fue reconocido formalmente por la nobleza del reino como regente de su hijo Conrado.
[1] Federico II aprovechó la comprometida situación interna del sultanato egipcio ayubí para lograr un acuerdo.
El tratado firmado en febrero de 1229 otorgaba a los cruzados el control sobre una Jerusalén no fortificada y otras posesiones durante diez años, pero se excluía del control cristiano los lugares sagrados islámicos de la ciudad.
[2] Sin embargo, Jerusalén no permaneció mucho tiempo en manos cristianas, ya que los cristianos no controlaban lo suficiente los alrededores de la ciudad para asegurar una defensa eficaz.