El joven Imperio alemán fue en seguida reconocido en pie de igualdad por otras naciones en la diplomacia europea.
Tras la proclamación del Imperio alemán en 1871, Alemania recuperó en pocas décadas un siglo de retraso con respecto al Reino Unido.
En este sentido, se puede hablar de imperialismo económico y cultural.
[1] La expansión territorial fue justificada por el deseo de reunir a todos los germanoparlantes en un solo Estado.
El pangermanismo ejerció cierta influencia en los medios políticos, universitarios y de negocios.
En 1905, Guillermo II efectuó una visita a Marruecos, puesta bajo tutela financiera francesa un año antes y afirmó su independencia.
La tensión llegó a su punto más alto y el conflicto parecía inminente.
El canciller Bismarck trató de aislar a Francia para evitar que estableciera alguna alianza en contra del Reich.
[4] Alemania, inquieta por una aproximación franco-rusa, firmó el Tratado de reaseguro con Rusia en 1887.
Rusia, desdeñada por Guillermo II, se aproximó a Francia, lo que hizo posible la alianza franco-rusa de 1894.
Guillermo II (1888-1918) quería hacer de Alemania una gran potencia naval y colonial.
El fin era forzar al Reino Unido a permanecer neutral en caso de guerra continental en dos frentes.
A inicios del siglo XX, Alemania no podía contar verdaderamente más que con un aliado: el Imperio austrohúngaro.
En 1914, Alemania pudo contar con la simpatía de Turquía, la cual no ignoraba que Rusia había siempre buscado una salida al Mediterráneo y que no dejaba de reivindicar los Dardanelos.
Así, fue capaz de encontrar simpatizantes entre los pueblos colonizados en todo el Mediterráneo, del Cáucaso a Marrakech.
Se piensa que al no contar con artillería pesada, Francia retendría a Rusia.
Es la política denominada "del riesgo calculado", definida por el canciller Bethmann-Hollweg, porque no se cree en un apoyo incondicional de Rusia hacia Serbia.
Luego, Alemania anuncia objetivos de guerra casi ilimitados: la anexión de una vasta zona en Francia, desde Boulogne hasta el Mosa y el Ródano; luego, Brest, Tolón, Bélgica y Luxemburgo.
[7] La Batalla de Verdún, que debía poner fin al ejército francés, no tuvo el éxito esperado.
Todos los navíos que fueran al Reino Unido debían ser hundidos por los submarinos alemanes, incluso los neutrales.
Esta política lesiona gravemente los intereses estadounidenses y conduce a la muerte de civiles norteamericanos (en especial, con el hundimiento del RMS Lusitania).
Las condiciones estadounidenses son muy desfavorables a Alemania para que los negociadores puedan admitirlas.
La parte norte de Schleswig fue reincorporada a Dinamarca al concluirse un referéndum.