[15] Mucha información se perdió durante la prohibición del cristianismo primitivo y el incendio de Jerusalén.
Jesús aparece mencionado en repetidas ocasiones en obras de escritores romanos como Tácito, Suetonio, Flavio Josefo y Plinio el Joven.
Sin embargo, dos párrafos tratan directamente de Jesús: La autenticidad del fragmento ha sido cuestionada filológicamente e historiográficamente.
De este segundo texto se discute si es una interpolación el texto entre corchetes, aunque, siguiendo al profesor Antonio Piñero, la mayoría de los historiadores y filólogos se inclinan por su autenticidad porque Josefo cita en su libro a muchos personajes de nombre Jesús y no parece extraño que añadiese algo al nombre para distinguirlo.
Es posible que este nombre ya se usara en el año 44 d. C., cuando ocurrieron los acontecimientos narrados en este relato del libro de los Hechos, aunque la estructura gramatical del texto no lleva necesariamente a esa conclusión.
Chrestus es un nombre común en la Roma imperial, atestiguado en lápidas e inscripciones; en latín significa «buen hombre», «íntegro», «útil», pero también se podía usar en el sentido peyorativo de «simple», «ingenuo», «tonto», y los mismos que defienden esta hipótesis arriesgan que era un apelativo aplicado a los esclavos (entre los que la doctrina cristiana supuestamente tenía más éxito).
[24] El texto parece poco fiable, porque contiene inexactitudes históricas sobre Sócrates y Pitágoras.
Craig A. Evans sostiene que la carta es de poco valor dada su fecha incierta y la posible ambigüedad en la referencia.
[25] No se han encontrado más referencias históricas relevantes de procedencia no cristiana acerca de Jesús del siglo I o principios del siglo II, al margen del Nuevo Testamento, pese a que numerosos historiadores y pensadores documentaron bastante exhaustivamente la época (entre ellos Filón de Alejandría, Séneca, Plutarco, Aulo Gelio, y Valerio Flaco).
En su momento el erudito bíblico Bart D. Ehrman en su libro A Brief Introduction to the New Testament (Una breve introducción al Nuevo Testamento) elabora un prefacio que se consideraría en principio dirigido a la vida de Jesús sin mencionarlo, describiendo así una importante figura del primer siglo; al final, revela el hecho de que a quien realmente ha descrito en el mismo proviene realmente de las historias acuñadas al taumaturgo griego: