Prostitución en la Antigua Roma

Al mismo tiempo, las propias prostitutas eran consideradas vergonzosas: la mayoría eran o bien esclavas o ex esclavas, o bien, si eran libres por nacimiento, relegadas a la infamia, personas totalmente carentes de posición social y privadas de la mayor parte de las protecciones otorgadas a los ciudadanos por el derecho romano, un estatus que compartían con actores y gladiadores, todos los cuales, sin embargo, ejercían un atractivo sexual.

[4]​ El historiador del siglo I Valerio Máximo presenta una historia de complicada psicología sexual en la que un liberto había sido forzado por su dueño a prostituirse durante su tiempo como esclavo; el liberto mata a su propia hija joven cuando pierde su virginidad con su tutor.

El arte erótico en Pompeya y Herculano, con sitios que se presume eran burdeles, también ha contribuido a los puntos de vista académicos sobre la prostitución.

[1]​ Estos arreglos sugieren el recurso a la prostitución por parte de mujeres nacidas en libertad y en extrema necesidad económica, y tales prostitutas pueden haber sido consideradas de una reputación o grado social relativamente más alto.

No podían testificar en los tribunales [14]​ y a los hombres romanos nacidos libres se les prohibía casarse con ellas.

Encantadoras, artísticas y educadas, tales mujeres contribuyeron a un nuevo estándar romántico para las relaciones hombre-mujer que Ovidio y otros poetas de la época de Agusto articularon en sus elegías eróticas.

Las togas eran, por lo demás, el atuendo formal de los hombres ciudadanos, mientras que las respetables mujeres adultas nacidas libres y las matronas llevaban la stola.

[22]​ Algunos pasajes de los autores romanos parecen indicar que las prostitutas se exhibían desnudas.

Se cree que las termas romanas eran un lugar habitual para la prostitución, y dado que las termas acabaron segregándose por sexos, podemos ver el posible aumento de la prostitución y el patrocinio homosexual.

[29]​ La prostitución estaba regulada hasta cierto punto, no tanto por razones morales como para maximizar el beneficio.

[31]​ Si la muchacha era joven y aparentemente respetable, el magistrado buscaba influenciarla para que cambiara de opinión;[31]​ y, en su defecto, le otorgaba una “licencia de libertinaje” (licentia stupri), averiguaba el precio que ella pretendía exigir por sus favores e inscribía su nombre en su lista.

[32]​ Alejandro Severo mantuvo esta ley, pero ordenó que tales ingresos se utilizaran para el mantenimiento de los edificios públicos, para que no contaminaran el tesoro del Estado.

[33]​ Este impuesto no fue abolido hasta la época de Teodosio I, pero el verdadero crédito se debe a un rico patricio llamado Florencio, que censuró fuertemente esta práctica, al Emperador, y ofreció su propia propiedad para compensar el déficit que aparecería al ser abrogado.

[34]​ Los burdeles romanos son conocidos por las fuentes literarias, listas regionales y evidencias arqueológicas.

En este distrito se encontraba el Gran Mercado (macellum magnum), junto con muchos puestos de comida, barberías, la oficina del verdugo público y los cuarteles de los soldados extranjeros acuartelados en Roma.

Los burdeles habituales se describen como excesivamente sucios, con un olor característico que persiste en los espacios poco ventilados y con el humo de las lámparas encendidas, como señaló acusadoramente Séneca: «todavía apestas al hollín del burdel».

En los primeros, el propietario mantenía una secretaria, villicus puellarum, o un supervisor para las chicas.

Dado que el coito con una meretriz era casi norma para el varón adolescente de la época, y estaba permitido para el hombre casado siempre que la prostituta estuviera debidamente registrada,[41]​ los burdeles estaban comúnmente dispersos por las ciudades romanas, y a menudo se encontraban entre casas de familias respetadas.

[42]​ Estos incluían tanto grandes burdeles como cellae meretriciae de una sola habitación, o «catres para prostitutas».

[43]​ Los autores romanos a menudo hacían distinciones entre las meretrices de “buena fe”, que amaban verdaderamente a sus clientes, y las prostitutas de “mala fe”, que solo los atraían por su dinero.

[46]​ El poema La camarera (Copa), atribuido a Virgilio, prueba que incluso la propietaria tenía un plan B, y Horacio,[47]​ al describir su excursión a Brindisi, narra su experiencia, o la falta de ella, con una camarera en una posada.

«Aquí, como un triple tonto, esperé hasta la medianoche por un jade mentiroso hasta que el sueño me venció, atento a la vena; en esa sucia visión los sueños manchan mis ropas de noche y mi vientre, mientras me acuesto de espaldas».

[50]​ Las prostitutas tuvieron un papel en varias antiguas observancias religiosas romanas, principalmente en el mes de abril.

Normalmente, la línea entre las mujeres respetables y las infames se trazaba cuidadosamente: cuando una sacerdotisa viajaba por las calles, los asistentes sacaban de su camino a las prostitutas junto con otras «impurezas».

[56]​ Juvenal también se refiere al baile desnudo, y tal vez a las prostitutas que luchan en los concursos de gladiadores.

Pintura mural del lupanar de Pompeya , con la mujer que se presume es una prostituta que lleva un sujetador.
Una escena erótica de un fresco de Pompeya, 1-50 d. C., Gabinete Secreto , Nápoles .
Una escena erótica de un fresco de Pompeya, 50-79 d. C.
Los burdeles construidos para este propósito tenían cubículos con una base permanente para la cama, como en este ejemplo del Lupanar de Pompeya.
Una escena de cama en un mural de Pompeya.
El Triunfo de la Flora (ca. 1743), una interpretación del Barroco italiano basada en el relato de Ovidio sobre la Floralia , de Giovanni Battista Tiepolo . [ 51 ]