Prostitución en la Antigua Grecia

La prostitución fue, desde la Época arcaica, una actividad común en la vida cotidiana de las ciudades griegas más importantes.

Ejercida tanto por hombres jóvenes como por mujeres de todas las edades, la clientela era mayoritariamente masculina.

La naturalidad con que se percibía la prostitución femenina se pone de manifiesto en la siguiente cita del Pseudo-Demóstenes[1]​ (Contra Neera, 122; siglo IV a. C.): Esta tolerancia se percibía, por ejemplo, en que aunque las leyes reprobaban muy severamente las relaciones fuera del matrimonio con una mujer libre (en el sentido de ciudadana soltera),[2]​ no ocurría lo mismo cuando el marido recurría a los servicios de una hetera o introducía en el hogar conyugal una concubina (griego παλλακή, pallakế).

[4]​ En la época clásica, las pórnai son esclavas de origen bárbaro; a partir del período helenístico, se incorporan incluso al gremio muchas jóvenes esclavas, que solo dejarían de serlo cuando fuesen adoptadas por su amo.

Según Ateneo (Banquete de los eruditos, XIII, 23), que cita al autor cómico Filemón (Adelfas, fgt.

Las prostitutas independientes trabajaban directamente en la calle, mostrándose a los clientes potenciales recurriendo a distintos mecanismos publicitarios: así, se han encontrado sandalias con la suela arreglada, concebidas para dejar la marca, ΑΚΟΛΟΥΘΙ, AKOLOUTHI («¡Sígueme!») en el suelo.

[7]​ Sus tarifas son, sin embargo, difíciles de evaluar, pues parece que variaban mucho.

Existen arreglos intermedios: un grupo de amigos compra la exclusividad, teniendo cada uno derecho a una parte del tiempo.

Se puede, también, incluir en esta categoría a las músicos y bailarinas que ofician en los banquetes masculinos.

Comparables en cierta medida a las geishas japonesas, poseen una educación esmerada y son capaces de tomar parte en las conversaciones entre gentes cultivadas.

Únicas entre todas las mujeres de Grecia, espartiatas aparte, son independientes y pueden administrar sus bienes.

Heródoto (Historia, II, 134-135) no cree en esta anécdota, pero describe una inscripción muy costosa que ella financió en Delfos.

128-130), Menandro menciona a una cortesana ganando tres minas por día, es decir, precisa, más que diez pornai reunidas.

Por un lado, dentro del propio mundo griego, hubo prostitución sagrada en Sicilia, en Chipre, en el reino del Ponto o en Capadocia; por otro, la hubo también en Corinto, cuyo templo de Afrodita alojaba una importante tropa servil, al menos después de la época clásica.

No se conocen testimonios directos sobre su vida ni descripciones de los burdeles donde trabajaban.

Para poder vivir durante su vejez, les conviene amasar el mayor dinero posible mientras aún están a tiempo.

Así, las prostitutas esclavas, para continuar generando ingresos, deben evitar en lo posible quedar encinta.

Las técnicas contraceptivas utilizadas por los griegos son mal conocidas, menos que las de los romanos.

[12]​ En fin, un cierto número de vasos representan escenas en las que las prostitutas son amenazadas con un palo o con una sandalia, y constreñidas a aceptar relaciones sexuales juzgadas degradantes por los griegos: una felación, una sodomía, incluso los dos al mismo tiempo.

Ateneo evoca a las cortesanas con las que Alcibíades se va de juerga durante su exilio en Esparta (415 - 414 a. C.).

Hay varias razones para ello, pero destaca entre ellas el hecho de que mientras que en la Comedia Antigua se trataban temas políticos, la comedia nueva, sin embargo, se interesaba por temas privados y por la vida cotidiana de los atenienses.

«Tanto que habrá un esclavo astuto, un padre duro, una intermediaria deshonesta y una cortesana cariñosa».

La cortesana puede ser la primera chica amada del primer joven: en este caso, libre y virtuosa, ella es reducida a la prostitución tras haber sido abandonada o raptada por los piratas (Las Sicionias).

Reconocida por sus verdaderos parientes gracias a las cosas dejadas en su cuna, la joven liberada puede ser desposada.

Es un personaje secundario muy corriente: sus relaciones con el amigo del primer joven constituyen la segunda intriga amorosa de la obra.

Por el contrario, en los mundos utópicos de los griegos, no hay a menudo sitio para las prostitutas.

Igual que su equivalente femenino, la prostitución masculina no es para los griegos un objeto de escándalo.

En Atenas, para un ciudadano, entraña consecuencias políticas importantes, como la atimía (en griego, ἀτιμία), la pérdida de los derechos cívicos públicos.

Una carta del pseudo-Esquines (VII, 3) estima en 3000 dracmas el montante ganado por un tal Melanopos, probablemente a lo largo de toda su carrera.

Añade en (§ 51-52) que si Timarco se hubiera contentado con ser su primer protector, su conducta habría sido menos reprensible.

Cortesana y su cliente, peliké ática de figuras rojas de Polignoto , c.430 a. C., Museo Arqueológico Nacional de Atenas .
Hetera y asistente a banquetes, sentados en una banqueta, terracota de Mirina , c.25 a. C., Museo del Louvre .
Cortesana recibiendo a uno de sus clientes, lecito ático de figuras rojas del pintor de Atenea, c.460-450 a. C., Museo Arqueológico Nacional de Atenas .
Una músico de banquete (obsérvese la lira ) se viste de nuevo bajo los ojos de su cliente. Copa ática de figuras rojas de Eufronio , c.490 a. C., Museo Británico .
Gema oval griega antigua con escena erótica, periodo clásico tardío, finales del V - principios del siglo IV a. C.
Hombre y mujer Fornicando, Pintor de Triptólemo , ca. 470 a. C, Museo Nazionale Tarquinia
Vieja prostituta apretando contra ella su jarra de vino, siglo II a. C., Gliptoteca de Múnich .
Escena de sexo en un banquete. Una prostituta está sentada en una cama y un hombre desnudo está de espaldas. La mujer sostiene al hombre, con un agarre de tijera, Bajo la cama duerme una segunda prostituta, A la izquierda, un joven desnudo se masturba mientras espera su turno. Museo de Artes de Berlín.
Máscara de cortesana de la Comedia Nueva , número 39 de la lista de Julio Pólux , siglo III a. C.
Hombre ofreciendo dinero a un joven a cambio de sexo. Tondo en un kílix de figuras rojas , conservado en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York .