[2] Para que un elemento sea considerado un nutriente esencial de las plantas debe satisfacer las tres condiciones siguientes[3] (Arnon y Stout, 1934): Basándose en el contenido de cada nutrimento dentro del tejido vegetal, se pueden clasificar en dos tipos; macronutrientes y micronutrientes.
Cabe hacer énfasis en que esta división no obedece al tamaño molecular del elemento ni a la importancia de los mismos; todos son esenciales pero los macro se requieren en mayores cantidades.
Justus von Liebig demostró en 1840 que las plantas necesitaban nitrógeno, potasio y fósforo.
En las hojas, los estomas se abren para absorber dióxido de carbono y expulsar oxígeno.
Cuando los nutrientes son móviles en la planta, los síntomas de cualquier deficiencia se hacen evidentes primero en las hojas más viejas.
Este fenómeno es útil para determinar qué nutrientes pueden faltar en una planta.
Las plantas no clasificadas como legumbres como el trigo, el maíz y el arroz dependen de los compuestos nitrogenados presentes en el suelo para apoyar su crecimiento.
El carbono se fija mediante la fotosíntesis; esto convierte al dióxido de carbono del aire en carbohidratos, que se utilizan para almacenar y transportar energía dentro de la planta.
Existen otros elementos benéficos que pueden ser esenciales para algunos cultivos; tales como el sodio, el silicio o el cobalto.
Además, un exceso en cualquier otro nutriente, no puede compensar la deficiencia del elemento nutritivo limitante.
Los orgánicos, aunque también aportan nutrientes, actúan sobre todo, mejorando las propiedades físico-químicas del suelo y su actividad biológica, mientras que los minerales, en cambio, aportan la mayor parte de los nutrientes que la planta precisa.
Los abonos minerales permiten producir plantas sanas y vigorosas, que en parte después se incorporan al suelo, manteniendo e incluso elevando su contenido en humus.
Todos los recursos orgánicos que estén al alcance del agricultor (estiércol, purín, restos de cosecha, compost, etc.) deben incorporarse al suelo en cantidades adecuadas, previendo su mineralización y la cantidad de nutrientes que pueden liberar en cada momento.
Estas aportaciones anuales deben ser tenidas en cuenta a la hora de practicar el abonado mineral.