Entre las arqueas se presentan paredes celulares con distintas composiciones químicas, incluyendo capas S de glucoproteínas, pseudopeptidoglicano o polisacáridos.
A menudo, se presentan otras moléculas accesorias integradas en la pared celular.
En términos generales la pared celular vegetal está compuesta por una red de carbohidratos, fosfolípidos y proteínas estructurales embebidos en una matriz gelatinosa compuesta por otros carbohidratos y proteínas.
Es un polisacárido no fibrilar, rico en ácido D-galacturónico, heterogéneamente ramificado y muy hidratado.
Para la mayoría de las proteínas estrucurales de la pared vegetal, se ha propuesto que tienen estructura fibrilar y que se inmovilzan mediante enlace covalente entre ellas o con carbohidrátos.
La suberina y la cutina son polímeros complejos compuestos por ácidos grasos de cadena larga, que están unidos unos a otros por uniones éster, creando una red rígida tridimensional.
En el fragmoplasto se fusionan las vesículas del aparato de Golgi y constituyen el plato celular el cual crece desde el interior de la célula en división, hasta ponerse en contacto con las paredes laterales.
Comparadas con las membranas celulares orgánicas producidas por otros grupos, requieren menos energía (aproximadamente el 8 %) para su síntesis, lo que constituye un ahorro para la célula,[4] y posiblemente explique las tasas de crecimiento más altas en las diatomeas.
[6] La quitina se distribuye en forma de haces microfibrilares para dar rigidez a las células y su vez mantener la forma y prevenir la lisis osmótica, esta función es similar en las plantas.
En algunos hongos la quitina de la pared celular puede ser remplazada por otros polisacáridos como mananos, galactosanos o quitosanos.
Hasta hace poco tiempo se creía que eran hongos, pero datos estructurales y moleculares[8] han llevado a su reclasificación como protistas del clado Heterokonta.
Este es un grupo de protistas que incluye a autótrofos tales como algas pardas y diatomeas.
[10] Existen dos tipos distintos de pared celular en las bacterias, denominadas Gram-positiva y Gram-negativa, respectivamente.
[12] Estas diferencias en estructura pueden producir diferencias en la susceptibilidad antibiótica, por ejemplo, la vancomicina puede matar solamente a bacterias Gram-positivas y es ineficaz contra patógenos Gram-negativos, tales como Haemophilus influenzae o Pseudomonas aeruginosa.