Allí residió durante varios años y entró en contacto con el floreciente monacato que se desarrollaba en las montañas de Judea.[5] Tras su conversión al catolicismo, Carriarico dedicó una iglesia a san Martín de Tours para acoger su reliquia, introduciendo el culto de santo en Galicia y nombrándolo, además, beatus patronus.Martín fundó un monasterio en Dumio,[3] cerca de la capital del reino suevo, y junto a la iglesia que.Poco tiempo más tarde, Lucrecio, arzobispo de Braga, creó la diócesis de Dumio en torno al recién creado monasterio, y consagró a Martín como su primer obispo en torno a 556.Se celebró el año 561 (o 563) y es conocido como I Concilio de Braga.El obispo Lucrecio muere en 569 y Martín fue proclamado nuevo metropólitano, pero siguió conservando la dignidad episcopal de Dumio, ya que sus monjes y los fieles le rogaron que no los dejase.Su labor como arzobispo de Braga se centró en la predicación al pueblo, muy influido aún por el priscilianismo y apegado a las prácticas religiosas paganas.[9] Como escritor eclesiástico, y pese a su corta obra, san Martín es una figura de primer orden.Fue precisamente en la segunda mitad del siglo VI cuando se produce una prolongada crisis cuando tras el asesinato de Teudiselo en Hispalis (549) el pretendiente Atanagildo pide ayuda al basileus que ocupa la franja meridional de la península.[17] Cabe marcar tanto las semejanzas como las diferencias entre los pequeños catecismos morales que escribe Martín dirigidos al rey suevo Miro, con las Etimologías, la enorme enciclopedia que Isidoro destinada a mejorar la cultura de las élites laicas y eclesiásticas del reino, procurándoles una especie de manual enciclopédico cómodo.[19] Contemporáneos de Martín son algunos personajes que protagonizaron importantes movimientos culturales en Hispania como fueron: San Martín falleció hacia 579-580 y fue enterrado en la capilla de San Martín de Tours del monasterio de Dumio, en un sarcófago donde es labrado un epitafio redactado por él mismo en hexámetros: Entre sus discípulos cabe mencionar a Pascasio de Dumio, a quien muy probablemente enseñó el griego, con lo que este vertió al latín los Apothegmata Patrum seguramente desde algún manuscrito traído por Martín, a quien dedica esta obra, editada recientemente; incluye 358 apotegmas ordenados temáticamente en 101 capítulos.