Buen conocedor de estos, Condorcet los combatió más tarde con firmeza, extendiendo su batalla intelectual a todas las iglesias y religiones en general.
[6] Pronto Condorcet se destacó por sus capacidades intelectuales y por la amplitud de sus conocimientos científicos.
[7] Aunque entre 1765 y 1774 se concentró particularmente en las ciencias, es también en este período en torno a los 25 años cuando experimentó su «revolución moral» y se acercó a los activos filósofos del momento.
Su contacto con los "filósofos" (D'Alembert, Condillac, Diderot, Voltaire, Helvétius y Turgot), le llevó a colaborar en la Enciclopedia con artículos sobre matemáticas, ya en la última etapa de la edición, que se prolongaría en la Metódica de Panckoucke.
[8] En 1772, volvió a publicar trabajos relacionados con el cálculo integral, que recibieron una gran acogida y se consideraron revolucionarios en muchos de los campos abordados.
Sus relaciones con Turgot supusieron un contacto con la política real, que le proyectó al futuro.
Halló refugio durante cinco meses en París, en casa de Madame Vernet.
Fue detenido en la casa de Jean Baptiste Antoine Suard en Clamart dos días más tarde, y encarcelado en Bourg-Egalité (Bourg-la-Reine).
Fue hallado muerto dos días después en su celda, víctima de un edema pulmonar.
[9] No fue un historiador tan importante como Voltaire, pero anticipó ideas muy innovadoras, muy distintas a las de este.
Para realizarla, busca las Leyes del devenir histórico, ya que piensa que son descubribles y por tanto en cierta medida se puede conocer el futuro (esto ya lo había adelantado idealmente en el Medievo Joaquín de Fiore.
El mismo Condorcet aclara en sus trabajos cómo solucionar su paradoja, a la vez que aclara que cuestiones prácticas de tiempo convierten en imposibles las soluciones, al menos en su época.
Mantuvo numerosas discusiones con Jean-Charles de Borda, en las que comparaban sus respectivos métodos.
La Paradoja de Arrow demostrará en el siglo XX que ningún sistema general de votación (salvo la dictadura, en la que solo se tiene en cuenta la opinión del dictador) permite, basándose en hipótesis razonables, asegurar la agregación coherente de elecciones individuales que a su vez sean coherentes.
Después de haber sido enterrado en la fosa común del antiguo cementerio de Bourg-la-Reine, que se despejó en el siglo XIX, sus restos mortales nunca se han hallado.
En 1989, tras el centenario de la Revolución, empezó una honda reivindicación de su figura: se hicieron congresos, se publicó la enorme biografía de Elisabeth y Robert Badinter (Condorcet, un intellectuel en politique, 1988), y se vio en él una figura capital para el desarrollo europeo.
Asimismo, pese a que no existan muchas traducciones, tuvo eco en la historia: en España, desde las cortes de Cádiz, en que se apeló a sus ideas constitucionales, hasta la II República donde pesó en las reformas de la enseñanza.
Significativamente, se le ha vuelto a publicar con la recuperación de las libertades, desde 1978.