María de los Reyes Fuentes

En 1946, ingresó por oposición en el Ayuntamiento de Sevilla, donde continuó trabajando hasta su jubilación, y desde donde como funcionaria incentivó la poesía local.

[3]​ Desde muy joven estuvo presente en los ámbitos e instituciones culturales, tales como el Círculo Hispalense, el Ateneo, la Universidad, Club Lá Rábida, etc, y perteneció a los consejos de redacción de distintas revistas.

En 1952, comenzó a dirigir Icla, patrocinada por el Instituto de Ciencias, Letras y Artes.

Al libro inaugural del ciclo, De mí hasta el hombre (1958), seguirán Sonetos del corazón adelante (1960), Romances de la miel en los labios (1962) y también podría incluirse Elegías tartessias (1964).

Años más tarde, aunque escrito mucho antes, aparece Aire de amor (1977).

En Romances de la miel en los labios, breve poemario, vuelve a insistir en la presencia y ausencia del amor, y en cuanto al poemario que cierra esta etapa, Elegías tartessias, el amor y el tiempo se relacionan a partir de Tartessos.

Con la experiencia biográfica de un viaje por el Guadalquivir, realizado en 1955, entre Sevilla y Sanlúcar de Barrameda para homenajear al gran río a propuesta de Manuel Barbadillo, presidente del Ateneo, la poeta conforma un homenaje poético a distintos poetas andaluces entre los que están los nombres más conocidos.

Motivos para un anfiteatro (1970), dedicado a la ciudad de Itálica, completa el poemario anterior.

Este se inserta en la tradición literaria de Itálica como motivo, entre los que podríamos destacar a Rodrigo Caro con Canción a las ruinas de Itálica, pero no solo él, sino también algunos poetas contemporáneos como Foxá o Cernuda.

Motivos para un anfiteatro tiene en común con Acrópolis del testimonio en que ambos miran al pasado, a lo histórico a lo arquitectónico, pero también enlaza con la plaqueta Concierto para la Sierra de Ronda (1966), ya que en los tres poemarios lo exterior, ya sea el paisaje natural o lo construido por el hombre, sirve de acicate para la consideración existencial y lo trascendental.

Con este libro se suma a la lista de mujeres poetas que en la posguerra escribieron sobre religiosidad y espiritualidad, entre ellas Carmen Conde, Concha Lagos, María Elvira Lacaci, Pilar Paz Pasamar y María Antonia Sanz Cuadrado.

Su poesía está centrada ya claramente en una senda espiritual, religiosa, cristiana, con una rememoración de algunos motivos evangélicos y pasajes bíblicos.

En este periodo habría que mencionar su pequeña, pero importante, contribución a la antología Con Vietnam, preparada en 1968 por Angelina Gatell, y que por prohibición gubernativa no pudo ver la luz hasta 2016.

Fuentes contempla el gran teatro del hombre en su triple dramaturgia de soledad, convivencia y solidaridad.